Nerea Barros, que debutó en el cine con 16 años en 1997 en la película Nena, del director gallego Xavier Bermúdez, ha pasado por la serie Apaches, que A-3 emite los lunes (22.40 horas), metida en la piel de una descentrada yonqui que da tumbos por la vida. La actriz gallega (Santiago, 1981) cuenta su experiencia como Silvia, la novia drogadicta del Agus (Pablo Turégano).

-¿Qué vio en este proyecto para meterse en él con un papel tan corto?

-La verdad es que es un personaje secundario, pero rechacé algunos trabajos para hacerlo porque me encantó la serie. Miguel Sáez, el autor del libro, escribe con mucha verdad. Se ve cada vez más que contando historias nuestras lo petamos en audiencia porque los españoles empatizan mucho con sus personajes. Aparte de que si se hace bien, como es el caso de esta serie o de El tiempo entre costuras, pueden salir fuera de España. Lo que más me atrajo de los guiones fue la verdad que tiene cada uno de los personajes y lo maravilloso de esta historia de barrio.

-¿Cómo se preparó?

-Antes de cada rodaje, para trabajar el acento madrileño de los 90, veía El Pico, Colegas y todas esas películas.

-Su personaje no tiene nada que ver con aquella agente del CNI de ‘El Príncipe’…

-Nada en absoluto. También me atrajo eso de que de repente en El tiempo entre costuras sea una gallega que habla portugués, tímida y con miedo, luego una espía del CNI y aquí una yonqui. Me encanta que apuesten por mí porque puedo hacer cosas muy diferentes. Me gusta mucho estar al límite, que los personajes me planteen retos y que no tengan nada que ver conmigo.

-Se la ve en personajes muy serios. ¿Es así en realidad?

-¡Qué va! Estamos todo el día riéndonos y haciendo el idiota. Yo soy muy tonta en mi vida diaria. Pablo Motos y la gente que me quiere me definen como un animal salvaje. Juan [su novio, de Trancas y Barrancas, las hormigas de El hormiguero] siempre dice que soy una niña pequeña esmirriada dando vueltas alrededor de una hoguera y tocando las palmas. En bragas y llena de mierda. Esa soy yo.

-¿Qué le decía Juan en esas escenas subidas de tono con Álex González en ‘El Príncipe’?

-Las veía 50 veces y las retuiteaba. A mí me cuesta verlas y en cambio a él le da igual. Eso mola mucho porque tener celos con esta profesión sería complicado. Entiendo perfectamente que a Juan le pueda gustar otra mujer. ¡Pero si están todas buenísimas! Yo también puedo decir sin problemas que este tío está muy bueno. Juanito ya va pasado de vueltas. Cuando ve mi escena con Álex empieza a decir: «Mira cómo le magrea. Se le ha salido una tetilla de lado».

-¿Qué le parece la moda de llevar las novelas de éxito a la tele, como pasó con ‘El tiempo entre costuras’?

-Muy interesante, porque no dejan de ser historias españolas. Aparte de que las están realizando muy bien, con mucho criterio y dejándose la piel. Y eso hace que salgan productos de calidad. Hay que dejar de imitar y copiar porque tenemos grandes historias aquí. Los españoles somos muy grandes y tenemos una historia muy interesante.

-¿La frontera del cine con la tele está cada vez más difusa?

-En estas series la calidad con la que se graba está muy cercana a la de las películas. Pero sí es cierto que en el cine tu ego como actor se siente más satisfecho: tienes mucho más tiempo y te regodeas. En cambio, llegas a una serie y ves que la prioridad es el tiempo, y tienes que acelerar el ritmo. Lo bueno de eso es que mi engranaje tiene que espabilar porque me pone en el límite.

-¿Está es su mejor momento profesional?

-Desde luego. Estoy superfeliz y solo puedo dar las gracias. Ha sido brutal. He sentido mucha generosidad hacia una tía que no la conocía nadie. No hay un criterio fijo para decidir si lo haces bien o mal, y que de repente me hayan dicho que voy por el buen camino para mi es un subidón. Me han dado unas ganas tremendas de currar.