El dios babilonio Marduk y el israelita Yavhé se vieron las caras en el campo de batalla en el año 587 a.C.. Ganó de calle el primero. El segundo pagó muy cara la derrota. El Templo de Jerusalén quedó totalmente destruido. No, no es esto un anticipo de la aún inexistente tercera temporada de 'American Gods' (Amazon), serie a a que habrá que volver dentro de unas líneas, sino que es la historia de los cielos tal y como la cuenta el estadounidense de origen iraní Reza Aslan, autor de una atrevida novedad editorial de este otoño. Ha escrito nada menos la biografía de dios. En serio. Sin guasas ni propósitos iconoclastas, Aslan, en Dios, una historia humana, retrocede 18.000 años en busca de la primera representación antropomorfa de un ser fantástico, en la cueva francesa de Trois Frères, en Midi Pyrénées, y desde allí toma impulso para hacer un somero repaso de los distintos dioses que han convivido y se han peleado en el mundo, de cómo el paso del nomadismo a la agricultura y el sedentarismo le dieron un vuelco a la devoción que se les profesaba y, sobre todo, repasa cuán dificultoso fue el parto del monoteísmo, con un par de morrocotudos fiascos, primero en Egipto y después en Persia. Desde aquí, aunque esto vaya de series, se recomienda su lectura.

Aslan, lo cual es una mayúscula lástima, no completa el camino hasta la actualidad, estos tiempos en que lo religioso se asoma en las pantallas de pago con caretas menos inocuas de lo que en principio cabría sospechar. El propósito es destacar aquí, en esta tercera entrega de muy seriemente, una ostra con perla que merece no pasar inadvertida, Beforeigners (HBO), una serie noruega que más pronto que tarde, se admiten apuestas, fotocopiará Estados Unidos, aunque, bien visto, merecería la pena incluso que hubiera también una versión española. Luego les cuento.

Antes es casi obligado hacer el prometido alto en el camino en 'American Gods', basada en una novela de Neil Gaiman, que a su manera llegó a la misma conclusión que Aslan. Los dioses existen porque se cree en ellos. Se les atribuyen virtudes y defectos humanos. Pueden ser compasivos o iracundos. Lo común hoy es pensar que solo hay uno, aunque sea con distintos nombres, pero ya en el Antiguo Testamento se daba por hecho que Yavhé tenía competencia. Los sacerdotes del faraón también tenían su magia divina en ese duelo de habilidades que ganó Moisés. A veces los dioses mueren y caen en el olvido. Otros no se van ni con agua caliente. El culto a Odín, protagonista en 'American Gods' y crucial personaje secundario en 'Beforeigners', está reconocido en España desde el 2007 como una religión más. Su número de inscripción en el Ministerio de Justicia es 006595 y su dirección postal tiene su guasa. El dios nórdico de la guerra tiene su templo en España en la el número 32 de la calle de la Paz, en Navas de Jorquera, a pocos kilómetro de Albacete. Vamos, que Castilla-La Mancha es Asgard y puede que Cuenca sea el Valhalla.

La idea que tuvo Gaiman fue la repera, un Estados Unidos en que dirimen sus disputas los dioses con parroquia. Pero 'American Gods' tal vez no sea una serie para todos los estómagos. Demasiada casquería. Gaiman, recuérdese, es un tipo que con anterioridad ya fue capaz de darle un hervor más a la Alicia de Lewis Carroll y brindar en forma cuento, y después en forma de película, 'Coraline', una historia capaz de hipnotizar o aterrorizar a los niños. Más de un padre o madre sabrá de qué hablo.

LOS MIEDOS DE HOY

'Beforeigners' es otra cosa. De entrada, es noruega, que tiene su qué. Allí, en la escandinavia más bacaladera, se prohibió en 1979 el estreno de La vida de Brian por irreverente. Los luteranos pueden ser a veces (perdón por la expresión) muy reconsagrados. Sus vecinos suecos aprovecharon la ocasión y publicitaron la película de los Monty Python con una cartel que ha pasado a la historia: Tan divertida que la han prohibido en Noruega! Pasado 40 años no es que los noruegos sean ahora unas castañuelas, pero han alumbrado 'Beforeigners', una idea aparentemente inocente pero con más recorrido que el laberinto del Minotauro. No cuento apenas nada, solo que en el fiordo de Oslo aparecen gentes de tres épocas de la antigüedad, (prehistórica, vikinga y decimonónica) lo cual plantea un reto de integración gigantesco.

La ciencia ficción, ya se sabe, siempre habla en realidad de los miedos del presente, en este caso de las migraciones, de que en las pateras no arribe otro dios que no sea el autóctono. He aquí, pues, una propuesta, un beforeigners ibérico, que se abra una puerta del tiempo, pongamos por caso, en Albacete y aparezcan ahí los iberos y su paganismo, algunos cartagineses, y si pueden que se traigan algo de su literatura, que tanto hubiera gustado leer Borges, los romanos, cómo no, Almanzor y sus huestes, los arrianos (a ver qué cara se le pone a la Conferencia Episcopal), empeñados ellos en que Jesús no tenía nada de divino, y, ya puestos, si no es mucha molestia y aunque este sea garbanzo de otro puchero, hasta los catalanes que lucharon del lado de los borbones en la Guerra de Sucesión, por ver qué dicen. Menuda serie.