Masterchef sigue en plena ebullición. Después de cerrar hace tan solo una semana la tercera edición de las celebrities con la victoria de Ona Carbonell y a pocos días del estreno de la sexta tanda del júnior, el talent show gastronómico de TVE-1 acaba de encender de nuevo sus cocinas abriendo los cásting para la séptima temporada de la versión original, la de los concursantes anónimos. Barcelona fue ayer la primera parada, y las pruebas recalarán también en Sevilla, Valencia y Madrid.

«Este año estamos a punto de pulverizar nuestro propio récord, con más de 20.000 inscritos», avanza Esther González, directora de cásting del programa que, a pesar de llevar ya siete temporadas del concurso eligiendo a los que se convertirán en los pupilos de Jordi Cruz, Pepe Rodríguez y Samantha Vallejo-Nágera, asegura que todavía sigue sorprendiéndose con los candidatos. «Aunque haya perfiles parecidos, nadie se parece a nadie, así que todos los días descubrimos cosas nuevas con gente tan diversa», afirma.

Algo parecido le pasa a David Marsal, del equipo de culinarios que ayer valoraba a los 80 seleccionados que han llegado hasta el cásting presencial en la capital catalana, que destaca la gran evolución que ha habido entre los platos que se presentaban en la primera edición y los que cata ahora. Sobre todo, recalca cómo han mejorado los emplatados. «Es lo que tiene la tele, que nos da esa evolución para que la gente en casa sea mucho más sofisticada», reflexiona.

Esa sofisticación se vio ayer, por ejemplo, en la propuesta de Alatz, un joven de 27 años de Mungia (Vizcaya) que trabaja en la industria del metal y que sorprendió con «un guiso de carne y patatas». Un plato que calentó sobre una plancha que montó él mismo sobre un tronco.

Los 80 convocados presentaron un plato que traían preparado de casa. Pero los que convencieron al equipo de culinarios encargados de la cata se enfrentaron por la tarde a una prueba a contrarreloj frente a los fogones.