Aunque ocurrido hace más de 25 años, el caso de los Bobbitt plantea cuestiones de rabiosa actualidad. Por un lado, el miedo y la vergüenza que impiden a tantas mujeres denunciar los abusos a los que son sometidas; por otro, el peligroso poder de seducción que la fama ejerce; por último, sobre todo, nuestra insaciable necesidad de consumir el tipo de morbo que ofrecen las páginas de sucesos.

Después de todo, si nos acordamos de aquel escándalo es únicamente porque su desencadenante fue un pene seccionado. Si en lugar de un pene hubiera sido un dedo o un brazo, o incluso un pedazo de rostro, quizá no habría pasado de ser uno más de los miles de casos de violencia que suceden cada año y que no trascienden; y, de haberlo hecho, en ningún caso habría sido malinterpretado y tomado a broma del modo en que lo fue. Ahora, la serie documental de Jordan Peele -director de Déjame salir (2017)- que llega a Amazon Prime Video trata de despejar cualquier resquicio de duda sobre los motivos que aquella noche de 1993 llevaron a Lorena Bobbitt a agarrar un cuchillo de la cocina y cortarle el miembro a su marido, John Wayne Bobbitt, mientras dormía.

El primer impulso colectivo fue asumir que estaba loca. De hecho, en los primeros informes policiales sobre lo ocurrido incluso se sugería la posibilidad de que se hubiera comido el pedazo de carne genital. Lo cierto es que se deshizo de él lanzándolo a una zona ajardinada cercana a una tienda de ultramarinos. Cuando los agentes lo encontraron, lo metieron en un vaso lleno de hielos y lo trasladaron a toda prisa al hospital. Nueve horas y media de cirugía más tarde, volvía a estar en su sitio, y funcionando con relativa normalidad.

Ella declaró haber atacado a su marido después de que llegara a casa borracho y la violara; él insistió en que su esposa quiso vengarse tras conocer que sus intenciones de divorciarse. Ambos fueron procesados.

Como el primer episodio de Lorena recuerda, los primeros años de los 90 no fueron una época sensibilizada ante la violencia de género; y ese es un factor clave para entender por qué tanto los medios como el sistema legal decidieron centrarse en lo que la mujer había hecho y no en los motivos que la habían llevado a hacerlo.

«Tal vez perdimos de vista qué era realmente lo que juzgábamos», confirma en la serie un miembro del jurado que absolvió al presunto maltratador de los cargos de violación. En cuanto se encontraron ante las imágenes del miembro mutilado (la serie también nos las muestra), perdieron la perspectiva.

Por lo que respecta a la agresora, en 1994 fue sentenciada a 45 días de internamiento en una institución mental. Compuesto de siete mujeres y cinco hombres, el jurado dio por buenos los argumentos de la defensa: la mujer se había quebrado psicológicamente tras ser violada y había cedido ante el «impulso irrefrenable» de contraatacar. Asimismo, se había dado crédito al historial presentado a modo de atenuante.

Llegada de Ecuador, Lorena había sentido que casarse con un exmarine era su versión del sueño americano; y había permanecido atrapada en aquel matrimonio terrible por miedo a ser deportada. De haber sido tomado en consideración, su caso podría haber cambiado drásticamente las leyes y las mentalidades sobre la violencia conyugal. En lugar de eso, se convirtió en un meme.

En ese sentido, resulta algo decepcionante que durante buena parte de Lorena la protagonista hable frente a la cámara sobre todo para dar los detalles del caso; se echan de menos los pensamientos de la mujer sobre por qué el grotesco circo publicitario conocido como Bobbittmanía silenció el tema de la violencia doméstica o cómo, en su opinión, el incidente habría sido cubierto en la era del MeToo.

La serie parece excesivamente fascinada por las desventuras de John Bobbitt tras la cirugía: sus múltiples apariciones en shows de entretenimiento, sus fallidas incursiones en el porno, su cirugía de agrandamiento del pene, sus problemas con la ley. Entrevistado en tiempo presente en su casa en Las Vegas, mantiene su inocencia: ni la golpeó ni la violó y, por supuesto, no es una persona violenta. Tras su matrimonio, sea como sea, el tipo cumplió condena por agredir a una antigua novia.

Por lo que respecta a su exesposa, parece haber conseguido estar en paz consigo misma. Después de casarse de nuevo y rehacer su vida, dirige una fundación desde la que ayuda a educar y apoyar a los supervivientes de violencia doméstica, y parece haber olvidado los miles de chistes de penes que su figura inspiró. No puede decirse exactamente lo mismo de la serie que lleva su nombre.