Del ajedrez pueden surgir ficciones audiovisuales fascinantes, como dejan claro películas tan distintas como 'El séptimo sello', de Ingmar Bergman, y 'En busca de Bobby Fischer', de Steven Zaillian, algo menos conocida y a reivindicar. Pero son pocos los directores que se han atrevido a luchar contra ciertos aspectos inherentes al juego: la escasa movilidad de los participantes, la preponderancia del proceso mental y las, en ocasiones, largas esperas entre un movimiento y el siguiente.

El más conocido como guionista Scott Frank, nominado al Oscar al mejor guion adaptado por 'Out of sight (Un romance muy peligroso)' y 'Logan', ha aceptado el desafío y ha cocreado y dirigido 'Gambito de dama', miniserie de siete episodios basada en el libro de Walter Tevis sobre una joven prodigio del ajedrez que, en plena época de la Guerra Fría, se abre paso e impone su estilo en un entorno dominado por los hombres.

PELÍCULA SOÑADA POR HEATH LEDGER

'Gambito de dama' -nombre de una famosa apertura de ajedrez cuya primera mención se remonta al siglo XV- iba a ser, allá por los noventa, una película escrita por Allan Scott ('Amenaza en la sombra'), que aparece en la serie como cocreador. Ya en el 2008, Heath Ledger había elegido ese guion para debutar como director de largos. Ellen Page iba a ser la protagonista. Cuando Ledger murió, el proyecto se desmoronó y nunca más se supo de la adaptación hasta que Scott contactó con Frank por si quería dirigirla.

En el Hollywood de hoy, a menos que hablemos de superhéroes, es más fácil levantar una miniserie de siete horas que un filme de dos. Frank ya había hecho una para Netflix y, además, premiada con varios Emmys: el wéstern 'Godless'. La luz verde estaba cantada. Tres décadas después de que Scott se hiciera con los derechos del libro, la adaptación de 'Gambito de dama' es una realidad. Llega a Netflix el viernes, día 23.

LA ADICCIÓN COMO PRINCIPAL ENEMIGA

Nuestra heroína es Beth Harmon, una niña de nueve años (Isla Johnston) enviada, tras la muerte de su madre, a un orfanato donde no encuentra la elevación en la oración y la fe, como querría la directora (Christiane Seidel), sino en sus partidas de ajedrez con el bedel (Bill Camp, emotivo en su contención). A la vez, Harmon se hace adicta a los tranquilizantes que administran a los niños.

Tras este primer episodio, filmado como una fantasía iniciática al estilo de 'El jardín secreto' o 'La materia oscura', nos adentramos en la vida de una Beth ya adolescente (Anya Taylor-Joy, revelación de 'La bruja'), adoptada por un matrimonio cristiano y más que dispuesta a jugar todos los torneos que se le pongan por delante, a derribar oponentes y prejuicios misóginos. Su peor rival es ella misma, o para ser precisos, su adicción a las pastillas y la bebida.

KASPÁROV COMO CONSULTOR

Si algún defecto se le puede sacar a este drama de ajedrez, es que sus partidas no siempre resultan visibles o comprensibles. La serie invita a jugar, pero no nos deja jugar con Beth. No sabemos cómo gana la primera partida de su primer torneo, y a menudo, los ángulos elegidos por el director de fotografía Steven Meizler no ayudan a entender qué pasa sobre el tablero. Es una pena, entre otras cosas porque el mismísimo Garri Kaspárov, campeón mundial de ajedrez entre 1985 y el 2000, se ha encargado de diseñar los movimientos de las partidas más señaladas.

A Frank no le interesa tanto la defensa siciliana como el camino de crecimiento personal de Harmon: sus altos y bajos, su radical independencia y su soledad de genio. Cómo una chica abandonada por todos se llega a convertir en reina de un mundo de 64 casillas y, por extensión, el real.