Jordi Évole regresa hoy a La Sexta en medio del fragor político que ha invadido el país. Pero él y su Salvados (21.20 h.) han optado por irse a otra guerra, la de personas con los corazones desgarrados, y ciudades devastadas, que intentan sobrevivir en medio de la desolación.

-¿No ha tenido tentaciones de inaugurar la temporada con el ‘procés’?

-Sí, claro, las tentaciones existen, pero siempre que tengas un plato para servir que se pueda distinguir de lo que se está sirviendo a todas horas. El alud de información de Cataluña es tan enorme que, o encuentras una pieza exclusiva, o no vale la pena seguir la corriente.

-El año pasado abrieron el curso con ‘Astral’ y ahora vuelven a incidir en el tema de los refugiados.

-Hacemos un programa en el que nos gusta arriesgar con los temas que escogemos. Poner la vista en el Mediterráneo el año pasado y hacerlo ahora en Siria e Irak no es lo más comercial, con todo lo que está pasando aquí. Pero creemos que también es importante volver la mirada a otros sitios y no perder esa vocación de Salvados.

-¿De dónde surgió la idea de ir a la guerra?

-Cuando volvimos de vacaciones

analizamos cuál era la situación en aquel momento. Estábamos muy tocados por los atentados de Barcelona y Cambrils y decidimos que teníamos que abrir con un tema relacionado con los atentados y, si podía ser, yendo a uno de los posibles orígenes de los ataques. En dos meses parece que haya pasado una vida desde esos atentados, y esto me preocupa. Y el más reciente, el de Nueva York, casi lo ninguneamos. El terrorismo es seguramente el enemigo más grande que tiene ahora nuestra civilización y nos olvidamos de él cuando pasan los días desde que nos ha golpeado.

-El ‘procés’ se impone.

-Es que es muy laminero y es un tema que parece hecho para la tele. Ahora mismo no hay reality ni culebrón mejor que este: existen infinidad de personajes, cada uno muy bien definido, y un hilo argumental que no escribiría ni el mejor guionista. La tele tiene un filón inmenso.

-¿Tuvo miedo antes de partir?

-La noche anterior a irme pensé:

«¿Qué necesidad tienes de hacerlo?». Pero una vez llegas, todo se relativiza mucho. En Raqqa [Siria] escuchas explosiones muy cerca y te asustas, pero al cabo de dos horas de oírlas las normalizas completamente.

-¿Qué se le ha quedado grabado en la retina?

-La absoluta devastación que produce la guerra. Cuando llegas a un sitio como Mosul [Irak] y hablas con la gente, es muy difícil que a la tercera o cuarta pregunta no se hayan roto. Hay un dolor instalado dentro de estas personas que te deja deshecho. Y también la propia destrucción física.

Eso tiene una perversión, porque estéticamente parece un decorado, pero después entras en un portal, notas el olor a putrefacción y te dicen que es un cadáver que no se ha podido recoger. Es otra dimensión.

-Cuando grabaron ‘Astral’ dijo que era difícil no dejarse llevar por las emociones.

-Entonces aguanté todos los rescates que vivimos, y las emociones me salieron cuando volvimos. Ahora no, porque he tenido que parar entrevistas, darle la vuelta a la cámara y desfogarme para poder seguir. En el programa no se va a ver: no puedo narrar una realidad en esas condiciones. Tienes que recomponerte y seguir con la entrevista donde la dejaste. Hay situaciones que te producen rabia e impotencia.

-En el segundo programa se enfrenta a un hueso duro de roer.

-A un hueso maduro [ríe].

-El presidente de Venezuela ha afirmado que se sintió como si estuviera en la cárcel de Guantánamo durante la entrevista que le hizo.

-Me ha sorprendido. Hubo momentos que sí se puso más tenso, pero el tono de la entrevista lo vi bastante bien. Forma parte del mundo Maduro. En la distancia corta, me pareció una persona cordial y me trató bien. Obviamente, cuando empecé a entrar en materia, había muchas preguntas que no le gustaron, pero es que tal vez no está muy acostumbrado a que le pregunten según qué.

-¿Qué conclusión ha sacado de ese encuentro?

-Que Maduro es consciente del desastre económico que vive el país, pero que utiliza al enemigo exterior para justificarlo todo.

-Con estos dos programas, la nueva temporada de ‘Salvados’ se les pone muy cuesta arriba…

-Siempre nos lo dicen. Salvados cada año se pone una serie de metas. Es verdad que ahora han llegado muy al principio. Entiendo que las temporadas son irregulares. Hay programas más potentes que otros, porque con 20 ediciones al año es normal que eso pase. Se nos han juntado dos emisiones internacionales potentes al principio, sí, pero espero que lleguen otros temas. Tenemos un equipo que no para de buscar y proponer y estoy convencido de que todavía lo podemos hacer más grande.

-¿Siente que estas dos entregas de ‘Salvados’ le han cambiado personalmente?

-Tú no eres consciente de todas las experiencias que te caen encima en el mismo momento. Vamos a una velocidad tan grande que no somos conscientes de lo que hemos vivido haciendo Salvados. Nos daremos cuenta cuando pasen los años y ya no esté, cuando miremos atrás y digamos: «Estábamos zumbados. ¿Cómo se nos ocurrió aterrizar en Raqqa, estar cuatro días en casa y coger otro avión para ir a Venezuela?». Eso no debe de ser sano mentalmente y algún tipo de factura pasa anímicamente.