Los separaba un biombo. Los siete acusados, en un lado. Ella, en el otro, en una silla y acompañada. Los silencios y el bloqueo de la adolescente ante varias preguntas invadieron la sala. «Miedo», «asustada», «agobiada», «forzada» y «obligada», cinco palabras pronunciadas por la fiscala Elena Contreras a las que la muchacha asintió. «Me sentí intimidada por la pistola [de fogueo] y por ellos», explicó ayer ante el tribunal la víctima de la conocida como La Manada de Manresa. Los jueces la escucharon sin perder detalle, interviniendo si hacía falta. El juicio continuará el viernes en la Audiencia de Barcelona.

La menor revivió el ataque sexual múltiple que padeció el 29 de octubre del 2016, cuando tenía 14 años, durante una fiesta en una fábrica abandonada en la capital del Bages. Menuda y de voz tenue, su relato se rompía por los sollozos. Los seis acusados de abusos sexuales y un séptimo que no lo impidió no podían verla directamente, pero sí escucharla. Aunque, girándose y levantando la vista, sí podían ver su imagen a través de una pantalla de televisión del sistema de grabación.

A ninguno de los jóvenes que se sientan en el banquillo le gustó lo que allí se escuchó. Uno clavó la mirada en el suelo durante casi toda la sesión, sin moverse, como avergonzado. Otros, como mucho, murmuraban, para disgusto de los familiares de la víctima. La fiscalía califica provisionalmente el ataque de abuso sexual y reclama para los seis principales acusados penas de entre 10 y 14 años, aunque estudia si agravar la petición de condena e imputar por agresión sexual (violación con intimidación) a todos o únicamente a algunos de ellos.

La fiscala encaminó hábilmente su interrogatorio con la intención de aclarar si hubo o no intimidación (requisitos de la agresión sexual) en la acción de los procesados. La víctima, que hoy tiene 17 años, admitió, de entrada, que de muchas cosas no se acordaba (iba bebida y había fumado marihuana), pero que tenía «flases» de los momentos en que abusaron de ella. Así, reconoció la agresión sexual de tres (Maikel P. T., el Cuba; Bryan Andrés M. C., y Yordanis de J. C., el Negro) de los seis acusados de abusos y precisó que una amiga le explicó al día siguiente que lo hicieron todos (nombró uno a uno).

LLORANDO EN EL SUELO / La muchacha detalló que se sintió intimidada porque los tres acusados se iban «pasando una pistola» y explicó que recordaba que ella «estaba llorando en el suelo» y tenía a una persona encima, al que identificó como Yordanis.

Una amiga de la víctima, que también declaró tras el biombo, especificó que entró en la caseta donde estaba la chica y distinguió que «todos estaban de pie y sin pantalones». «Ella, en el suelo, y el Cuba, encima, penetrándola», añadió. «Chupa y traga», contó que dijeron a la adolescente dos de los imputados mientras la obligaban a realizar una felación. «Ella no podía ni andar», aseguró y, en su opinión, no podía escapar ni defenderse. En la puerta estaba Marcos, incidió, otro de los procesados. «Bryan se la tiró y se la pasó a los otros […], después la querían tirar en un río, pero me dejaron llevarla a mi casa», prosiguió.

Este ataque también fue corroborado por otro testigo. Otra persona confirmó asimismo que en la fiesta había visto una pistola. Al día siguiente, la víctima acudió a un CAP para recibir una píldora poscoito ante el temor de haberse quedado embarazada. El procesado Bryan, al que «tenía miedo antes y después», según la afectada, la llegó a llamar para que retirara la denuncia.

La amiga de la víctima ofreció más detalles de la agresión, un relato muy parecido al defendido por la fiscalía. «Nos pusimos a beber y a fumar. Bryan se llevó a la chica. Al cabo de un rato salió y señalando el reloj me dijo: ‘Mira, cada 15 minutos uno’. Era para que se la tiraran. Y se fueron todos donde estaba ella», detalló. Los procesados, según su versión, se fueron marchando. «Me quedé sola y entonces fui a la caseta».

RESTOS EN LOS PANTALONES / Otro de los asistentes a la fiesta confirmó las palabras de Bryan sobre los 15 minutos y cómo él rechazó sumarse al ataque sexual, a la vez que declaró que oyó cómo la víctima gritaba: «Para, que me duele». En los pantalones de la menor se hallaron restos de semen de uno de los encausados, Daniel, que permaneció en prisión preventiva dos años.

La muchacha estuvo arropada por unas 120 concentraciones feministas organizadas en toda España. Las convocatorias se extendieron por las redes con palabras atribuidas a los imputados: «Tienes 15 minutos, no tardes que me toca a mí». Frente al Palacio de Justicia de Barcelona también se congregaron activistas feministas y familiares de la menor, que continúa necesitando tratamiento, para «reivindicar justicia» y con un objetivo claro: insistir en que «no es abuso, es violación».