En la cuarta sesión del juicio por la muerte de una mujer de 83 años en Baena en el año 2015 prestaron declaración los agentes que practicaron las inspecciones en el lugar de los hechos, así como los responsables de la autopsia al cadáver.

Durante sus intervenciones, se indicó que de todas las huellas dactilares identificadas, solo una corresponde al acusado. Las demás son de la misma persona, otra de las que habitualmente iba a la casa a fumar droga con el hijo de la fallecida y que también declaró como testigo.

La huella del acusado se halló en un papel de plata que había en una mesa y que había servido para fumar droga. El abogado de la defensa, Carlos Fernández Martos, intentó demostrar algunas incongruencias de la investigación, como el hecho de que al principio, de las huellas dactilares que se contrastaron con el Sistema de Identificación Digital, no apareciera ninguna compatible con el acusado, pese a haber estado fichado en el 2011, y sin embargo, una vez detenido, año y medio después del crimen y en solo una tarde se confirmara que la huella es la suya. El letrado preguntó por un despertador que figura en la primera relación de objetos hallados que no aparece en posteriores descripciones.

Los médicos forenses confirmaron que la mujer murió asfixiada y que tenía golpes en la cabeza, diversos hematomas y pequeñas heridas en la boca, compatibles con la presión que se le practicó para ahogarla y que estaba boca arriba, con las manos atadas.