Dos baches escondidos detrás de una curva le esperaban para cambiar su vida. Paco Salinas, un joven motorista cordobés, viajaba por la N 420 y cuando se acercaba a Fuencaliente (Ciudad Real) el primer agujero le zarandeó. Con el segundo perdió el control y se estrelló contra dos señales de tráfico. Una le atravesó el costado derecho y le afectó el pulmón. La otra le seccionó la médula a la altura de séptima vértebra. Del ombligo para abajo no sentía nada pero en el pecho tenía un dolor insoportable. Durante 20 minutos, hasta que llegó la Guardia Civil, Paco se planteó si quería seguir viviendo. Mientras llegaba el helicóptero, los dos agentes que le acudieron al lugar le confesaron que habían atendido a otros cuatro motoristas accidentados esa esa semana en el mismo punto. Nada se había hecho para arreglar los baches. Solo se repararon después del accidente de Paco, que tras siete meses de internamiento en el hospital de parapléjicos de Toledo pudo intentar rehacer su vida.

Los moteros que se movilizan estos días no lo hacen por capricho. Todos sin excepción han perdido a un amigo o lo han visto gravemente mutilado. De media, cada día fallece un motorista y diez son hospitalizados. La historia de Paco la contó la diputada de Ciudadanos Irene Rivera durante su intervención en el pleno del Congreso para promover la moción contra los guardarraíles que luego sería sería aprobada por unanimidad. El drama de Paco ocurrió en 2007, pero podría repetirse en cualquier momento después de los años de la crisis en los que el mantenimiento de las carreteras se ha descuidado gravemente.

May Aguilar, la promotora de la campaña#STOPGuardarraílesque ha logrado recoger134.000 firmas en change.org, lanzó la iniciativa en el 2014 tras recibir la noticia de que un compañero de 42 años había fallecido en una carretera de Orense al estrellarse contra esas guadañas de las cunetas. “Nos juntamos cuatro amigos y decidimos crear una plataforma con la que, además, de la recogida de firmas, hemos conseguido importantes resultados en Galicia y especialmente en nuestra ciudad, Vigo”, cuenta esta motera vigesa de 39 años.

DIPUTADA PILOTO DE HELICÓPTERO

Algunos de los más implicados en la ofensiva motera son agentes de la Agrupación de la Guardia Civil de Tráfico. Es el caso de Irene Rivera, que antes de obtener el acta de diputada, se ganaba la vida pilotando un helicóptero de la DGT, de esos que cazan desde el aire a los conductores que son un pelgro para la carretera y también salvan vidas.

También es el caso de Juan Carlos Toribio, exmotorista de Tráfico, que desde la dirección de Seguridad Vial de la Unión Internacional de Denfensa de los Motociclistas (IMU) ha sido el principal impulsor de la manifestación de este domingo en Barcelona. Testigo de primera fila de las consecuencias y las causas de los accidentes, nunca se calló cuando era agente. Denunciaba la inacción de la Administración con más conocimiento de causa que nadie y quizás por eso el Ministerio de Defensa lo declaró inútil y lo prejubiló “por una deficiencia del 10%” pese a encontrarse en perfectas condiciones.

“Es un funcionario que ha sido condecorado y/o felicitado en más de 60 ocasiones por su valor y labor ejemplar en el desempeño de sus funciones, ha estado en el Grupo Antiterrorista Rural; ha sido destinado a zona de combate en la guerra de los Balcanes y a zona de alto riesgo en los peores años del terrorismo de ETA”. Estos eran algunos de los méritos de Toribio que resaltaba la página web de la Asociación Mútua Motera pero esta claro que resultaron insuficientes.Pesó más la incomidad que causaba a su mandos.