Uno de los fenómenos más extraños que se producen dentro de nuestro cerebro es el bloqueo de recuerdos. Episodios que se borran, o al menos aparentemente, y a los que no podemos acceder de forma consciente. En muchos casos, se trata de un mecanismo relacionado con la protección frente a recuerdos dolorosos y episodios traumáticos.

Borrar recuerdos

Freud y el psicoanálisis estudiaron a finales del siglo XIX el concepto de represión (Verdrängung), un mecanismo por el cual nuestro cerebro es capaz de llevar los recuerdos a la parte inconsciente, siendo de esta forma inaccesibles para nosotros. Aunque en la práctica esta teoría parecía plausible, no pudo demostrarse científicamente hasta varias décadas después. Roland Benoit, de la Universidad de Cambridge, encontró que, mediante la supresión y la sustitución, somos capaces de eliminar o sustituir recuerdos dolorosos. Tal y como apunta Benoit, "se trata de dos mecanismos distintos que causan el olvido: el primero interrumpe el proceso de recuperación de recuerdos, y el segundo permite sustituir los eventos desagradables por otros". Las áreas cerebrales encargadas de estos mecanismos serían la corteza prefrontal dorsolateral (integración de la información y regulación intelectual) mediante su activación y el hipocampo (memoria) mediante una baja activación, tal y como señalan Benoit y su compañero Anderson en su investigación.

Nuestro cerebro utiliza estos dos mecanismos como una forma de protegernos ante situaciones traumáticas vividas. Bloquea los recuerdos de tal forma que evita su acceso diario salvaguardando nuestra integridad emocional. Estos recuerdos no llegan a desaparecer por completo, nuestro cerebro sabe que algo está ahí, por eso las emociones negativas pueden permanecer intactas, aunque no sepamos a qué son debidas. Ira, frustración o tristeza son los elementos que mayoritariamente se asocian a experiencias traumáticas, estén o no accesibles los recuerdos.

¿Una pastilla mágica?

El Trastorno por estrés postraumático es una de las enfermedades más asociada a los eventos dolorosos y sus recuerdos. De hecho, aparece en veteranos de guerra, víctimas de violación o en personas que han sufrido catástrofes naturales. Los recuerdos asociados suelen despertar la enfermedad aproximadamente a los tres meses del hecho, nunca inmediatamente después. Y, en muchos casos, este trastorno aparece incluso cuando no es la propia persona la que ha sufrido el acontecimiento, sino que quien lo ha vivido ha sido un amigo cercano o un familiar. La característica principal de esta enfermedad es el recuerdo recurrente altamente angustioso de lo vivido. Hasta ahora, la terapia psicológica se basaba en enseñar técnicas de relajación, racionalizar lo ocurrido y en reexperimentar el hecho para poder afrontarlo. Pero ¿y si pudiéramos directamente eliminar el recuerdo de la persona con una simple pastilla?

Esta pregunta es la que quiso responder Merel Kindt (Universidad de Ámsterdam) en un estudio que hasta la fecha solo se había realizado con animales no humanos. Mediante el propranolol, un medicamento usado comúnmente en hipertensión arterial, consiguieron eliminar la reacción de miedo ante recuerdos que antes sí lo provocaban. Como pudieron observar, el recuerdo permanecía intacto, pero lo que sí se había eliminado por completo era la reacción emocional asociada a ese recuerdo, en este caso, las emociones de miedo.

Sin dolor perderíamos humanidad

El ser humano se conforma como un complejo entramado de cultura, genética, vivencias y recuerdos. Todo ello, con sus emociones, llegan a convertirnos en lo que verdaderamente somos. Nuestros recuerdos y cómo los sentimos de forma subjetiva -independientemente de cómo realmente ocurrieron los hechos- son lo que nos otorgan nuestra seña de identidad. Los fracasos, los momentos felices, nuestra infancia, los viajes que realizamos, influyen en el camino que queremos recorrer en el futuro. Seleccionamos carreras, metas y sueños en función de todo el conjunto de nuestro pasado. Pero si alteramos los recuerdos y, más concretamente, las emociones asociadas, perderíamos una parte importante de nuestra motivación.

En '¡Olvídate de mí!', protagonizada por Jim Carrey y Kate Winslet, los protagonistas borran todos los recuerdos asociados a sus exparejas, de esta forma, pueden superar la ruptura y continuar con sus vidas como si nada. Y es ahí donde perdemos la esencia, en continuar como si nada, como si nada hubiera ocurrido, apareciendo un vacío, para lo bueno y lo malo, para todo aquello que acaba en su conjunto formando parte de quiénes somos y de lo que vamos a hacer con ello en nuestras vidas.

La supresión de recuerdos, su borrado y la inhibición de las emociones asociadas nos revelan un futuro en el que seremos capaces de bloquear experiencias altamente dolorosas, pero que, llegados a puntos utópicos de no control, también podrían afectar a nuestra personalidad, nuestra motivación y nuestras aspiraciones. Borrando recuerdos negativos podremos avanzar más fácilmente pero tal vez sin rumbo, sin la brújula emocional que marca el camino y que nos hace realmente humanos.

* Ángel Rull es psicólogo clínico.