La noche de los asesinatos por los que Pablo Ibar fue condenado al corredor de la muerte la pasó con Tanya en su casa. Durmieron en la misma cama, según sigue manteniendo ella. Su relación no era más que un incipiente escarceo, pero el secreto compartido de lo que realmente habría sucedido aquella noche de 1994 los acabó uniendo. De ser su coartada, Tanya paso a ser su confidente y luego su esposa. Desde entonces han pasado casi 20 años, dos hijos y una condena a muerte revocada en el 2016. Tanya, enfermera de 39 años, nunca se ha rendido.

-Pablo salió del corredor hace casi un año, ¿cómo está?

-Ayer se cumplió un año desde la última vez que nos pudimos tocar. Está siendo muy difícil. En el corredor podía ir a verlo los fines de semana, a veces podíamos besarnos y tener algo de intimidad. Ahora no se permite el contacto físico. No sabemos cuándo empezará el juicio ni cuándo podremos volver a abrazarnos.

-¿Está esperanzado?

-Sin duda, pero el miedo no ha desaparecido. Sabiendo cómo actúa el Estado, lo que están dispuestos a hacer para mantener a la gente en la cárcel, es difícil quitarse el miedo.

SEnD¿Cómo ha hecho para mantener la cordura todos estos años?

-Sabe que es inocente, que no cometió el crimen y, por eso, nunca ha dejado de luchar por su vida. Pero es muy difícil porque estás apartado del mundo, de las cosas esenciales de la vida.

-¿Qué fue más difícil: el corredor o la cárcel del condado?

-Por increíble que pueda sonar, el corredor es quizás más fácil de gestionar. Allí tenía su propia celda con baño, tenía privacidad, su propia televisión, un ventilador. Ahora no tiene nada de eso. Tampoco se permite el contacto físico en las visitas.

-La Asociación contra la Pena de Muerte Pablo Ibar ha lanzado una campaña de crowfunding para ayudarle en el nuevo juicio. ¿Qué le quiere decir a la población española?

-Es increíble lo que han hecho para ayudar. No sé si son conscientes de lo fundamental que ha sido su apoyo. El sistema penal en EEUU es muy diferente al español. Aquí todo es difícil y muy caro. Si la gente y las instituciones españolas no nos hubieran ayudado, Pablo seguiría en el corredor de la muerte. Por eso, cuando Pablo salga de la cárcel iremos a España a vivir. Queremos agradecérselo a la gente, por más que nunca podamos devolverles la deuda que hemos contraído con ellos.