Cuando los niños alcanzan la adolescencia, viven una etapa de descubrimiento, pero con mucho desconcierto. Sus emociones llegan a desbordarse, no saben cómo gestionarlas y las hormonas no ayudan en este proceso. Sienten las mismas emociones que cualquier adulto, pero ligadas a aspectos concretos de esa edad. El miedo es diferente al de sus padres o la tristeza se siente por otro tipo de pérdidas. Una etapa complicada pero que puede ayudar a gestionar mejor las emociones, conociéndolas y sabiendo cuáles son sus usos.

Las emociones básicas son aquellas de las que luego partirán todas las demás, al combinarse o sentirse en diferentes grados. Son las seis que debemos conocer y manejar, ya que nos abren el camino a la inteligencia emocional. Para ello, es importante entender en qué momentos nos ayudan, de dónde vienen o cuándo deberíamos usar otras de forma alternativa.

Parte de nosotros

Las emociones, como nuestros pensamientos o nuestros estados fisiológicos son parte indispensable de nosotros. No pueden ser reprimidas ni ignoradas ya que, de hecho, es cuando más pueden desbordarnos. Deben ser entendidas como una brújula que nos orienta hacia lo que necesitamos y que nos ayudan a relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. Ya que tienen una serie de funciones, podremos aprender cuáles son y aplicarlas en nuestra vida diaria.

Las siguientes emociones son nuestras seis básicas, con la peculiaridad de que se presentan de una determinada forma en la etapa adolescente. Entenderlo, nos ayudará como padres a conocer mejor a nuestros hijos y ofrecerles nuestro apoyo:

1. Miedo

El miedo es la emoción que nos ayuda a detectar amenazas y establecer los límites de seguridad, pero pierde su función tanto si aparece en exceso, sobredetectando amenazas, como si no aparece, impidiéndonos generar límites. Hace que los adolescentes se aíslen con más frecuencia, que se dejen invadir o que no sepan ver las consecuencias. Es importante que aprendan a usar esta emoción para poder detectar las amenazas reales y colocar medidas de seguridad.

2. Tristeza

Es la emoción que obedece a las pérdidas, materiales o emocionales, incluso en las rupturas o en la muerte de una persona. Nos ayuda, una vez conectados con ella, a aceptar lo que ha ocurrido y, siempre que sea posible, a buscar soluciones y alternativas. Si se vive en exceso, podemos llegar a anticipar pérdidas que aún no han ocurrido, bloqueándonos y no dejándonos actuar.

3. Rabia

Es la emoción predominante en muchos adolescentes y tiene aspectos muy positivos, ya que restaura el equilibrio y para las agresiones de los demás. Sin ella, nos convertimos en adultos sumisos y resentidos. Es útil que los adolescentes aprendan a expresar su disconformidad, pero desde la tranquilidad, ya que la rabia no siempre tiene que explotar.

4. Orgullo

Es la emoción que se relaciona con la autoestima y la propia admiración cuando alcanza su valor óptimo. Si se eleva, aparece el narcisismo y si se prohíbe, nos escondemos y no nos valoramos.

5. Amor

Es la emoción que usamos, una vez establecidas las anteriores, para vincularnos de forma segura a los demás y generar afectividad. No es solo en una relación de pareja cuando surge esta emoción, sino con cualquier persona con la que avancemos en la profundidad del vínculo.

6. Alegría

Tanto adultos como niños y adolescentes, queremos vivir en esta emoción, pero la forma que tenemos de alcanzarla no siempre es la correcta. Confundimos euforia con alegría, la buscamos de forma rápida y frenética y acaba teniendo consecuencias negativas para nosotros. La alegría es solo el estado final, la satisfacción de acabar el camino que hemos andado. Genera serenidad, no euforia.

Las emociones básicas y su gestión se relacionan con nuestra calidad de vida. Sin un buen uso, nunca llegamos a sentir estados duraderos de felicidad, sino oscilaciones rápidas e intensas que nos hacen estar mal. En la adolescencia, dichas oscilaciones son aún más profundas. Por eso, conocer las emociones, sus usos y su estructura les ayudará a estar mejores, incluso en etapas posteriores.

* Ángel Rull, psicólogo.