El asesino de Pedro estaba sentado este lunes en el banquillo de los acusados de la Audiencia de Barcelona. El problema es que en ese banquillo había dos personas: Rosa Peral y Albert López. Los dos examantes se sentaron en los extremos del banco, tratando de escenificar la distancia que los separa, y no se miraron ni una sola vez durante las cinco primeras horas del juicio por el crimen de la Guardia Urbana. Rosa y Albert parecían conscientes de que la única posibilidad que tienen de lograr una absolución es convencer al jurado de que el peso de la ley debe recaer sobre el otro. Apelar a la emoción de los nueve ciudadanos elegidos para impartir justicia será decisivo.

En la película Coacción a un jurado -no hace falta explicar la trama- y en la de El Jurado -aquí sí: dos activistas intentan infiltrarse para manipular la resolución-, los protagonistas recurren a las malas artes para pescar un veredicto. Abogados y fiscal hicieron este lunes todo lo contrario: fiarlo todo a su capacidad de seducción. El fiscal Félix Martín se presentó recordándoles que el ministerio público se ideó para evitar que solo los poderosos pudieran perseguir a los delincuentes y les rogó que confíen en él porque su función esencial es hallar la verdad. El abogado González Zayas, que representa a la familia del malogrado Pedro y cree como la fiscalía que los dos acusados son culpables, les pidió que no se fíen de sus interpretaciones dramáticas sobre el banquillo. «Saben hasta cuándo tienen que llorar un poco», dejó caer. Rosa había derramado algunas lágrimas minutos antes, cuando en la sala se dijo que ella y Pedro iban a casarse.

La abogada Olga Arderiu, que defiende a Rosa, les imploró que se alejen de la imagen difundida por los medios de comunicación sobre su cliente porque estos han sucumbido al relato morboso y novelesco de una viuda negra en lugar de explicar que todo se redujo a una pelea entre dos hombres, Pedro y Albert. «Rosa no será una santa, pero no es una asesina», concluyó. El letrado de Albert, José Luis Bravo, contratacó anticipando indicios que respaldan la hipótesis que tratará de sostener: Albert cometió un delito de encubrimiento pero llegó a aquella casa de madrugada, la noche del 2 de mayo del 2017, cuando Rosa ya había asesinado a Pedro. «No se dejen influir», insistió al final.