Cuanto más rico y avanzado en igualdad de género es un país, más divergen, en lugar se asemejarse, las «inclinaciones fundamentales» de hombres y mujeres: actitudes como paciencia, altruismo, confianza o predisposición al riesgo. Este es el controvertido resultado de un estudio publicado en Science y basado en una encuesta hecha en el 2012 entre 80.000 personas de 76 países.

Según los autores, liberarse de la pobreza y de la desigualdad ayudaría a los dos sexos a expresar más libremente sus diferencias. Sin embargo, diversos expertos alertan de que esas diferencias no tienen por qué ser innatas ni explicarían por sí solas el desequilibrio de género en ciertas carreras o profesiones. «Este trabajo no es contrario a la igualdad de género, que tiene muchos efectos más allá de las preferencias.

Otros factores influyen en las decisiones: cultura, instituciones, mercado laboral...», puntualiza Armin Falk, economista de la Universidad de Bonn y coautor del trabajo. El estudio ha analizado la diferencia entre hombres y mujeres en seis indicadores de preferencias. Los encuestados tenían que responder a preguntas cualitativas («¿cuánto estás dispuesto a correr riesgos?») y a ejercicios cuantitativos (del tipo: «¿preferirías 100 euros seguros o 200 en una lotería en la cual tendrías el 50% de las probabilidades?»). Según las respuestas, la diferencia en la inclinación a tomar riesgos de hombres y mujeres en países ricos e igualitarios como los del norte de Europa era mayor que en ciertos países en vías de desarrollo de Asia o África.

En el estudio, la riqueza se mide con el PIB y la igualdad, con cuatro indicadores internacionales. Aquí se plantean las primeras críticas. «¿Realmente están midiendo lo mismo en todos los países? La palabra lotería quiere decir algo muy distinto en Suecia y en Ghana», observa Gina Rippon, profesora de neurociencias de la Universidad de Aston (Reino Unido). «¿Están midiendo preferencias reales o lo que las personas dicen preferir en función de los estereotipos?», añade Londa Schiebinger, historiadora de la Universidad de Stanford (EEUU).

Tampoco la interpretación de los resultados convence. «En cierto sentido, es normal que grupos distintos tengan preferencias distintas. La igualdad no tiene por qué basarse en ser idénticos», observa Schiebinger. Pero, añade, «los sesgos inconscientes de género tienen una relación muy fuerte con las preferencias: las inclinaciones de las mujeres podrían retener de forma inconsciente ciertos estereotipos de género». «También podría ocurrir que el bienestar y la libertad proporcionen los recursos para que hombres y mujeres se conformen aún más a las expectativas sociales», admite Falk.