Tan popular fue el TBO que la Real Academia Española de la Lengua (RAE) incluyó en el año 1968 en el diccionario la palabra «tebeo» como genérico de publicación infantil y de historietas y también la expresión «estar más visto que el tebeo».

Como todas las publicaciones «no afectas al régimen», durante el franquismo TBO debía presentar una maqueta previa en la Dirección General de Prensa donde el rotulador rojo de los censores era el rey. La revista de Buigas solo tuvo un encontronazo grave con la censura por una viñeta de 1951 del dibujante Manuel Díaz en la sección El ojo electrónico, de bromas y curiosidades, donde decía: «Blas Pérez ha descubierto un poderoso reconstituyente a base de chuletas, longaniza, jamón, pollo asado y langosta. ¡Qué eminencias tenemos!». El problema era que el ministro de Gobernación también se llamaba Blas Pérez... Aquello acabó con una multa de 12.000 pesetas, pero cuando llegaron a la redacción «dos inspectores de policía con sombrero, gabardina con cinturón, bigotito y fumando Chester (de contrabando)», con una orden de secuestro del número, el entonces director, Albert Viña, estaba temblando porque temía que le cerraran la revista, recuerda Giralt que le contó este.