Lo que nunca, nunca, debe de hacer una escuela en caso de detectar un caso de acoso escolar entre sus alumnos es colocar a los dos menores uno frente al otro para que traten de solventar la situación. «Es una medida totalmente desaconsejable, entre otras cosas, porque las víctimas suelen sufrir un sentimiento de inferioridad respecto del agresor y en un cara a cara, con la otra persona delante, difícilmente explicará lo que le ocurre o cómo se siente», señala Carmen Cabestany, secretaria de la asociación NACE-No al Acoso Escolar, una organización que trabaja con familias de toda España.

Blanca Barredo, abogada medidora, es más partidaria de «que el encuentro entre víctima y agresor se haga siempre con un acompañamiento de las personas que ellos quieran». De este modo, «se implica también a personas de fuera del colegio». Barredo defiende «dar un enfoque restaurativo» a estos conflictos. «La mediación, tal y como está planteada actualmente, tiene varias fisuras; una de ellas, que el agresor debe reconocer toda su culpa y eso a veces es difícil de aceptar», explica. «En cambio, si lo que se pretende es que haya una restauración del daño, al agresor se le puede preguntar que piense cómo compensar a la víctima y se le puede pedir que se comprometa a cambiar de comportamiento»,

«Estamos comprobando que lo más efectivo es la mediación entre pares o entre los propios compañeros, tanto como medida preventiva como para actuar cuando ya se ha producido el acoso», explicaba Andrés González Bellido, maestro, orientador educativo y coordinador del programa Tutoría Entre Iguales (TEI), que ya se ha implantado en más de 8.000 centros de España para combatir el bullying y mejorar la convivencia escolar.