El cerebro nace con determinados esquemas prefijados que nos ayudan en la supervivencia. Algunas emociones básicas se encuentran ya desde el nacimiento al igual que los reflejos. Esto permiten la interacción con el medio y que se obtengan elementos como el cariño o la alimentación. A medida que crecemos vamos produciendo otra serie de esquemas mentales y de comportamiento que nos ayudan a relacionarnos con el medio. Dichos esquemas son útiles en la situación donde los aprendemos, pero ¿en el futuro también nos ayudarán? Muchos de estos esquemas pierden su utilidad, seguimos repitiéndolos y acaban por perjudicarnos. Podemos verlo cuando, pese a saber las consecuencias que vendrán, seguimos actuando de la misma forma y tenemos la sensación de que nuestro cerebro va en nuestra contra.

El cerebro se encuentra diseñado para ayudarnos en todo momento. Para ello adquiere patrones de comportamiento que nos ahorran tiempo y nos permiten enfrentarnos a las diferentes situaciones. El problema es que la vida cambia y evoluciona y el cerebro no siempre va con la misma rapidez a la hora de cambiar sus esquemas. Es en esos momentos donde debemos nosotros de forma consciente propiciar ese cambio. Para ello, programaremos nuestra mente hacia las nuevas situaciones.

Marca el nuevo camino

Cuando observamos que nuestro cerebro insiste en repetir viejos patrones, somos nosotros los responsables de inducir el cambio. Parece una tarea complicada en un primer momento, pero necesario para que podamos alinear nuestros objetivos con lo que nuestro cerebro nos va marcando. Esto implica crear nuevos esquemas que sean más positivos y acordes a lo que la situación no está demandando. Si, por ejemplo, he aprendido que ante situaciones de frustración debo actuar con rabia porque en algún momento de mi vida sí me fue útil, puedo ahora cambiar dicho esquema de forma deliberada. Aunque eso también implica ser conscientes de nuestros fallos.

A través de las siguientes pautas podemos identificar nuestros viejos patrones de comportamientos, ver que son erróneos y propiciar que aparezcan otros mejores y más positivos:

1. Situación en la que estamos

La primera pauta es la de identificar el momento en el que nos encontramos, definirlo de forma clara y ver qué es lo que la situación nos estaría pidiendo que hagamos para enfrentarnos a ella. Por ejemplo, me encuentro en un momento de decidir que quiero cambiar de trabajo. Lo que se me pide es que valore cómo decírselo a mi jefe y que me enfrente al miedo que me suponen los cambios.

2. Patrones antiguos

En este punto observamos cómo reaccionaríamos de forma habitual ante esa situación. Puedo hacerme pequeño, conformarme y dejarme llevar por el miedo. Esto implica no salir de la situación ni moverme hacia la que deseo.

3. Describe y practica

Comparando lo que la situación nos demanda y lo que nosotros tendemos a hacer, elaboramos una serie de conducta y patrones nuevos. Debemos ser concisos y, fuera del contexto donde tenemos que aplicarlos, empezar a practicarlos. De esta forma, en situaciones más sencillas, nos será más fácil practicarlos.

4. Repite

Cualquier patrón mental necesita una serie de repeticiones necesarias para que se establezca y quede ya en nuestro repertorio. Es necesario que en diferentes contextos vayamos practicando todos esos esquemas, pero sin quedarnos a esperar las oportunidades. Moveremos ciertos elementos que nos hagan ponerlos a prueba.

Los esquemas cognitivos están diseñados para ayudarnos a enfrentarnos al medio, pero pierden su utilidad si pasa el tiempo o cambiamos de contexto. Para ello, hay que empujar el cambio y que haya nuevos patrones en nuestro cerebro. Esto implica un esfuerzo inicial que acaba convirtiéndose en algo sencillo a medida que practicamos.

* Ángel Rull, psicólogo.