La procrastinación consiste en posponer cualquier tarea, dejándolo para última hora o, incluso, no llegar a hacerlo nunca. Algo muy extendido pero que acaba generando malestar, ansiedad y malas notas en el caso de los más pequeños.

Hacerlo de forma esporádica no tiene ninguna repercusión importante en nuestros hijos. Sin embargo, si se convierte en una rutina, puede afectar a toda la etapa escolar o la vida profesional en un futuro a largo plazo. Por eso, los padres deben inculcar acciones más correctas en los pequeños.

¿Por qué procrastinamos?

La frecuencia de la procrastinación depende de cada persona, pero una serie de razones son comunes. ¿Por qué posponemos nuestras obligaciones?

Estas son algunas de las causas más comunes:

- Falta de motivación. No nos gusta la tarea que debemos realizar, no tenemos interés por hacerla o finalizarla. Suele deberse a que la recompensa en sí no es inmediata.

- No contamos con las herramientas necesarias. O bien desconocemos cómo se hace la tarea o, por el contrario, no contamos con las habilidades necesarias para llevarla a cabo.

- Mala estimación sobre la productividad real. Creemos que con poco tiempo dedicado y a última hora, conseguiremos buenos resultados.

- Meta difusa. Objetivos no realistas o que no van acordes a nuestros valores y metas reales.

Hijos sin procrastinación

Tenemos control sobre el presente, sobre las habilidades con las que ahora contamos y somos el mejor ejemplo para nuestros hijos. Asumir nuestras tareas y resolverlas cuando realmente hay que hacerlo enseñará a tu hijo una valiosa lección.

Pero no todo es ejemplo. Debemos dotar a nuestros hijos con 5 herramientas que les ayuden a no procrastinar.

1. Tareas pequeñas.

Los grandes retos nos asustan a todos y más a los más pequeños. Por eso siempre debemos enfrentarnos a metas pequeñas. Acabar una actividad y después encarar la siguiente. Si la meta en sí ya es grande, debemos enseñarles a subdividirla en tareas más asumibles.

2. Focaliza en la actividad.

Es importante evitar toda distracción. No debemos introducir ruidos o aparatos que nos distraigan, como tablets o juguetes. Cada cosa tiene su momento y su espacio, y un rincón acogedor y tranquilo es fuente de motivación. Los ordenadores o los teléfonos móviles pueden ser usados como formas de agilizar actividades pero nunca como mecanismo de evitación.

3. Tiempos limitados y específicos.

Cumplir un horario reducido y limitado ayuda a asumir mejor las metas. Los lapsos de tiempo deben estar ajustado a la edad de cada niño, teniendo en cuenta que es normal que la atención no perdure más de 30-60 minutos.

4. Rutinas.

Las rutinas son muy importantes para cualquier niño. Mismos horarios de comida, de sueño y, por supuesto, también para la realización de las actividades del colegio. Esto les da estabilidad emocional y les enseña la importancia de ajustarse con cierta disciplina a un horario.

5. Aplaza la recompensa.

No siempre es útil que les premiemos con cosas importantes cada vez que hacen una tarea. De hecho, hará que no desarrollen una motivación, sino que se muevan por impulsos externos. Una buena estrategia es establecer una meta relativamente lejana y que sean necesarios una serie de pasos intermedios para llegar a ella. Por cada paso intermedio, se le otorga un punto que le acercará a ese premio final.

La educación de un hijo es un proceso sin punto final en el que interfieren muchos condicionantes. Es importante prever qué valores les queremos enseñar desde pequeños para que tengan un óptimo desarrollo en su vida adulta. Saber enfrentarse a cualquier tarea y dentro de unos plazos les facilitará el camino durante toda su etapa escolar y profesional.