Para la generación EGB, el primo de Zumosol fue un héroe en los años 90. Era un chico alto, fuerte y guapísimo que protegía a los niños débiles, esos a los que los matones del colegio quitaban la pelota para jugar. Los anuncios de la marca de zumo industrial son hoy historia viva de la televisión. En los espots, el chavalín acosado decía a su verdugo: «Como se lo diga a mi primo te vas a enterar. Mi primo toma mucho, pero mucho zumo». Y aparecía el primo, tan grande y tan protector que los malotes salían por patas. El fortachón de Zumosol (uno de ellos, porque la publicidad se grabó con varios jóvenes) se llama Sergio Medialdea. Es un hombre atractivo de cara afilada, dentadura perfecta, ojos azules, brazos portentosos, manos grandes y huesudas y 1,81 de estatura. Ha sido modelo profesional, portada de revistas e imagen de marcas de lujo. Hoy, a sus 47 años, confiesa lo que nunca ha querido confesar: que fue un niño acosado en el colegio. Por feo y por bajito. El infierno que sufrió a mano de sus acosadores fue de tal envergadura que estuvo a punto de suicidarse cuando era un chaval. Se emociona hasta la lágrima contando públicamente lo que pasó. Lo hace porque quiere poner su granito de arena en la ardua batalla contra el bullying emprendida por la asociación Nace (No al Acoso Escolar).

UN COLEGIO DE PIJOS / Sergio (Gavà, 1972) enseña fotos de su infancia para dejar claro que fue un niño feo. «Tanto que a mi padres les preguntaban si me pasaba algo, si tenía alguna enfermedad», explicó ayer a este diario. Llevaba gafas para el estrabismo, era bastante bajito, tenía un corte de pelo complicado y las orejas no especialmente pequeñas. Sus padres le apuntaron a un colegio privado de Barcelona lleno de niños (y padres) pijos para estudiar EGB. Él siempre fue «el feo, el bajito, el muerto de hambre, el hijo de la limpiadora» (su madre se ganaba la vida limpiando). Lo pasó mal, pero salió adelante.

El problema de verdad estaba por venir: el instituto. «El primer día que entré me cogieron por banda tres chicos de COU y no pararon. Recuerdo perfectamente que un día me quitaron el bañador en la piscina y tuve que salir desnudo del agua. Me pegaban y me humillaban todos los días», recuerda. «Nunca decía nada y si alguna vez lo hacía, la gente me contestaba que eran cosas normales de críos», añadió Sergio.

Harto de sus torturadores y cansado de vivir angustiado y apaleado, un día fue a una estación ferroviaria. «Estaba convencido de que sobraba en el mundo y no valía nada. Vi pasar trenes y pensé en saltar a las vías. Si no lo hice fue porque pensé en las dos personas que más me querían: mis padres», admitió entre lágrimas.

Obsesionado con ser más alto, Sergio -que con 14 años apenas media 1,46- se metió en un gimnasio con el objetivo de estirar su cuerpo. Pasaba horas en el gimnasio. Con el paso del tiempo, pegó un cambio físico brutal. Esculpió su cuerpo, lo inundó de músculos, dio un estirón, se le afiló la cara, dejó de necesitar gafas y se puso tupé. Cuando le contrataron para los anuncios de Zumosol, vio el cielo abierto. «Yo, un niño acosado, me convertí en el protector de los acosados», confesó. Pero jamás dijo la verdad. Por miedo. Por vergüenza. Con 47 años, y reconvertido en escritor con dos libros autoeditados, se ha abierto a su pasado. Lo h