El fallecimiento de Naomi Musenga, que se produjo pocas horas después de que llamara a los servicios médicos de emergencia franceses (Samu) y que dos operadoras se negaran a creerse sus lamentos, suscita debates en torno a la gestión de la llamadas y la atención prestada del servicio sanitario. El pasado 27 de abril, una página web publicó la grabación telefónica de la joven, de 22 años, y de dos operadoras de los servicios médicos de emergencia, que se negaron a creer que fuera a «morirse».

«Ayúdeme señora, por favor, ayúdeme, me duele mucho. Me voy a morir», fueron algunos de los gritos de socorro lanzados por la joven, madre de una hija de un año, por teléfono, el pasado 29 de diciembre, y que no fueron tomados con seriedad por las operadoras de urgencias. Una de ellas, en tono jocoso, aseguró: «Algún día se morirá, eso está claro».