El foco mediático sobre la bacteria xylella -que ha afectado al olivar del sur de Italia y a diferentes especies de Baleares y Alicante- ha restado eco a otra de las plagas que está esquilmando miles de olivos de forma silenciosa, la verticilosis, para la que no existe aún una cura efectiva. Los oleicultores muestran preocupación por el avance de la verticilosis, el mayor problema fitosanitario del sector hoy en día, dada la importancia socioeconómica del cultivo en provincias como Jaén -con más de 68 millones de olivos en 600.000 hectáreas- o Córdoba -353.000 hectáreas-, si bien el problema alcanza todo el país.

El agente que provoca la enfermedad es un hongo, el verticillium dahliae, presente en suelos infectados y que provoca la desecación de flores y hojas, e incluso la muerte de ramas o de todo el árbol. El hongo -que afectó en gran medida a los campos de algodón que se cultivaban a lo largo del valle del Guadalquivir, en los que se ha plantado después olivar-, penetra por la raíz del árbol y afecta al sistema vascular, llegando a provocarles la muerte.

Desde los servicios técnicos de Asaja-Córdoba, Juan Carlos Romero indica que algunos cálculos refieren que, durante algunos años, entre el 0,8% y el 2% de la superficie de olivar provincial se ha visto afectados, pero existen pocas herramientas para combatirlo. Entre éstas, están el uso de variedades resistentes, la poda, la replantación, la solarización para desinfectar suelos o el abandono de tierras un tiempo para evitar la expansión del hongo.

Desde COAG-Jaén, Juan Luis Ávila calcula que 20.000 hectáreas de Andalucía se han visto afectadas ya por verticilosis. La seca del olivo provoca con frecuencia la muerte de los árboles y que haya que «empezar cero»: arrancar y replantar. El hongo puede expandirse fácilmente por el arado durante la labranza.