Un ladrido puede ser interpretado de diferentes maneras. La mayoría de personas lo identifica como un sonido molesto, a otras, sin embargo, puede salvarle la vida. La Fundación Canem persigue este objetivo desde hace seis años, entrenando el olfato de cachorros para que avisen con antelación a sus dueños, usuarios que padecen diabetes o sufren crisis de epilepsia.

Estos pequeños héroes son conocidos como perros de alerta médica, canes seleccionados por esta organización, afincada en Zaragoza, que han sido adiestrados para localizar mediante olores las subidas y bajadas de glucosa, y las crisis de desconexión sensorial. Después, emiten una serie de ladridos con minutos de antelación, un tiempo que es muy importante para tomar todas las medidas posibles antes de que se produzcan los episodios. Para ello, estos «dulces detectores» reciben instrucciones muy precisas sobre los olores que deben captar, concretamente el del isopreno, un elemento químico natural que se encuentra en la respiración humana, cuenta Lidia Nicuesa, psicopedagoga de la Fundación Canem.

«Dependiendo de los índices que experimente la persona de esta sustancia, el perro es capaz de averiguar si se van producir alteraciones en sus niveles de azúcar en sangre o bien si se avecina una crisis epiléptica. Si descubre algo anormal, ladrará con el tiempo suficiente para que el dueño pueda anticiparse y así reducir los riesgos», explica.

La educación responde a múltiples detalles. Todo comienza con la selección de la raza, ya que solo los ejemplares de la familia Jack Russell Terrier reciben adiestramiento gracias a su «pequeño tamaño» y también por su «comportamiento activo», subraya Nicuesa. Superado este paso, el proceso comienza con cachorros de dos meses y medio de vida, y dura alrededor de cuatro meses. Cuando finaliza este periodo, los perros de alerta médica están «completamente educados y adiestrados», y son entregados a sus nuevos dueños, que han de realizar un curso y seguir instrucciones para aprender los detalles de su manejo. Uno de estos cachorros es Sweet, una perrita que los padres de Erik, un niño de nueve años de Zaragoza que tiene diabetes, adquirieron en el 2014 para que les echase una mano con las «agitadas» subidas y bajadas de glucosa en sangre que sufría su hijo en aquella época. Esta es una de las más de 100 familias que han recibido uno de los cachorros adiestrados por Canem, procedentes de varios rincones de España y de otros países.