"No es el tiempo de la indiferencia, de los egoísmos, de la división", ha dicho el papa Francisco en esta extraña e inusual Pascua, nunca vivida por la Iglesia católica, ni tan siquiera durante las dos guerras mundiales. En su discurso se ha dirigido a todo el mundo, citando una por una todas las emergencias del presente, desde la pandemia del coronavirus hasta el desarme global y la condonación de la deuda de los países pobres, sin olvidar un cese total de todas las guerras en curso en el mundo.

En la plaza de san Pedro no había ni uno de los 80.000 fieles de todo el mundo que generalmente acuden en estos días a una de las plazas más famosas del mundo para recibir la bendición "a la ciudad y al mundo" de los Papas de Roma. Sin embargo, paradójicamente ha sido la Pascua católica más seguida del mundo a través de la televisión y redes sociales, cuando decenas de millones de personas están confinadas en sus casas en todo el planeta.

Francisco ha reservado las palabras más fuertes y directas para la Unión Europea (UE). El Pontífice ha subrayado que la UE "tiene frente a sí un desafío histórico, del cual dependerá no solo su futuro, sino el del mundo entero". Ha añadido que la UE no debe perderse "la ocasión de dar una ulterior prueba de solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras" para afrontar la situación.

"La alternativa es solo el egoísmo de los intereses particulares y la tentación de una vuelta al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones", ha exclamado.

Sin asomarse al balcón

Francisco no se ha asomado, como es habitual, al balcón central de la fachada de la basílica para impartir la bendición a la ciudad de Roma y al mundo, sino que ha permanecido en el interior, como ya hizo el jueves y viernes santos, acompañado a la distancia solo por algunos colaboradores y un coro reducido a lo esencial de sus componentes. Mostraba un rostro serio y a la vez relajado. En varios momentos de su discurso ha hablado del “contagio de la esperanza”.

Tras pedir que se eliminen de esta y de todas las épocas, palabras "como indiferencia, egoísmo, división y olvido", ha pedido que se paren los conflictos con un cese del fuego global, se aflojen las sanciones internacionales y se reduzca o incluso se condone la deuda de los estados más pobres para que cada país se encuentre en las condiciones de afrontar la emergencia y curar a sus propios ciudadanos.

Levantando ligeramente la voz, ha añadido que "no es este el momento en el que continuar con la fabricación y tráfico de armas, gastando ingentes capitales que deben ser usados para curar a las personas y salvar vidas". Ha recordado varias veces "los lutos" por el virus, vividos en la soledad, y también al personal sanitario que está dando su vida por salvar otras.

"Cristo, mi esperanza ha resucitado", ha repetido varias veces, subrayando que "no se trata de una fórmula mágica". "No, la resurrección de Cristo no es esto, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal que no derriba el sufrimiento y la muerte, sino que los atraviesa abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, marca exclusiva del poder de Dios".

Francisco ha recordado que "en estas semanas, la vida de millones de personas ha cambiado de golpe". Para muchos permanecer en casa "es una ocasión para reflexionar y parar los frenéticos ritmos de la vida" (....), mientras que "para otros es el momento de la preocupación por el futuro que se presenta incierto y el trabajo que se corre el riesgo de perder...". Por esta razón, el Papa ha instado a quienes tienen responsabilidades políticas para que trabajen "activamente a favor del bien común de los ciudadanos, facilitando los medios e instrumentos necesarios para permitir a todos llevar una vida digna...."

Sobre las divisiones y olvidos, ha citado los de Siria, Irak, Yemen y Líbano. Ha vuelto a pedir que "sea este el tiempo en el que isralíes y palestinos retomen el diálogo y cesen los sufrimientos en las regiones orientales de Ucrania, así como los ataques terroristas en varios países de África. No ha olvidado la situación de Mozambique ni las "insoportables condiciones" en las que viven los refugiados en Libia, Grecia, Turquía, o la población de Venezuela.

"Queridos hermanos y hermanas, indiferencia, egoísmo, división y olvido no son de verdad las palabras que queremos oír en esta época", ha terminado Francisco.