El papa Francisco instó ayer a los sacerdotes a ensuciarse las manos tocando «las heridas, los pecados y las angustias de la gente» y aseguró que esto «sana de la mezquindad, del abuso y de la crueldad», durante su homilía en la misa Crismal celebrada en la basílica de San Pedro. Con la misa Crismal comienzan los ritos de la Semana Santa y se conmemora también la institución del sacramento del orden sacerdotal, según la tradición cristiana. Por ello, la homilía del Papa está dedicada siempre a una reflexión sobre la labor sacerdotal.

Además durante el rito, como es habitual, se pide a los sacerdotes que renueven las promesas sacerdotales (pobreza, castidad y obediencia) y también se bendicen los óleos que durante el año se utilizaran para ungir a los que se bautizan, a los que se confirman y para la ordenación sacerdotal. Sobre el rito de la unción, Francisco advirtió de que los sacerdotes no pueden ser «repartidores de aceite en botella».

«Ungimos ensuciándonos las manos al tocar las heridas, los pecados y las angustias de la gente; ungimos perfumándonos las manos al tocar su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad incondicional de su entrega», indicó. Y aseguró que «el que aprende a ungir y a bendecir se sana de la mezquindad, del abuso y de la crueldad».

Francisco recordó a los sacerdotes que «el Señor nunca perdió este contacto directo con la gente», mientras que a veces los discípulos le decían que despidiese a la multitud. Una actitud de querer alejar a la gente que para Francisco fue «el origen del clericalismo», que el Papa siempre indica como uno de los males de la Iglesia. Reiteró que los modelos evangélicos para los sacerdotes deben ser los más desfavorecidos, como los «pobres, ciegos, cautivos y oprimidos».

Como hiciera Jesús con sus discípulos durante la Última Cena, el papa Francisco lavó ayer los pies a doce reclusos en una cárcel próxima a Roma y les animó a evitar cualquier tentación de dominación y a ayudarse entre sí, a ser «más amigos y hermanos».

El pontífice argentino se traslado a la penitenciaría de Velletri (centro) para conmemorar este Jueves Santo la Última Cena del Señor y en su homilía, improvisada, recordó la importancia del rito del lavado de los pies, realizado por Jesús de Nazaret a sus apóstoles.

Francisco explicó que Jesucristo, a pesar de ser el hijo de Dios, llevó a cabo con sus seguidores este gesto propio de esclavos, que por aquel entonces limpiaban el polvo y la suciedad del calzado de las personas que visitaban las casas de sus amos.

«Servíos el uno al otro, sed hermanos en el servicio y no en la ambición de quien domina o maltrata al otro. Esta es la hermandad. La hermandad es siempre humilde», aseguró el pontífice, para después subrayar que esta «regla del servicio» también afecta al alto clero.