El papa Francisco habló ayer de la desilusión que existe entre los religiosos y que a veces hace que la Iglesia ofrezca «su peor versión», durante la homilía en la catedral de Santa María la Antigua en Panamá, donde acudió para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Francisco citó en su homilía de la fatiga de algunos religiosos por «las largas horas de trabajo que dejan poco tiempo para comer, descansar y estar en familia» e incluso de las «hasta tóxicas condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan el corazón».

Durante la misa para consagrar el altar de la restaurada Santa María Antigua, el pontífice también se refirió a lo que llamó «el cansancio de la esperanza» para algunos religiosos y que provoca que «no deje avanzar ni mirar hacia adelante. Como si todo se volviera confuso». Este cansancio, aseguró, «produce no saber cómo reaccionar ante la intensidad y perplejidad de los cambios que como sociedad estamos atravesando» e incluso causa problemas «a la viabilidad misma de la vida religiosa en el mundo de hoy».

Para Francisco, «el cansancio de la esperanza nace al constatar una Iglesia herida por su pecado y que tantas veces no ha sabido escuchar tantos gritos en el que se escondía el grito del Maestro». Provoca, agregó, «las peores herejías posibles para nuestra época: pensar que el Señor y nuestras comunidades no tienen nada que decir ni aportar en este nuevo mundo que se está gestando». «Y entonces sucede que lo que un día surgió para ser sal y luz del mundo termina ofreciendo su peor versión», aseveró. Francisco abogó, para combatir la esperanza cansada, «volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia». «Así evitaremos el riesgo de partir desde nosotros mismos y abandonaremos la cansadora autocompasión para encontrar los ojos con los que Cristo hoy nos sigue buscando, llamando e invitando a la misión», concluyó el pontífice.