Cuatro mulas, dos viejos carros y 25 familias negras lideradas por el reverendo Ralph Abernathy se plantaron en Cabo Cañaveral en julio de 1969. Era el día anterior al despegue del Saturno V, el cohete que permitió la llegada de tres hombres blancos a la Luna. Esos carros y esos animales eran los mismos que, pocos meses antes, Abernathy había llevado a la marcha de protesta en Washington por la muerte de Martin Luther King. El grupo se manifestaba porque se habían invertido millones en el programa Apolo, cuando la desigualdad seguía campando en EEUU.

La carrera espacial y el movimiento por los derechos civiles confluyeron en esos años. «En verano de 1969, coincidieron el lanzamiento del Apolo 11 y el festival de Woodstock», recuerda Neil Maher, profesor de Historia de la Universidad Rutgers y autor del libro Apolo en la edad del Acuario. La NASA no fue impenetrable al movimiento por la igualdad. Pero la verdad es que el programa lunar estaba dominado por hombres blancos de alto nivel educativo. Los que pisaron la Luna por primera vez responden a esa descripción. Así eran también las personas que atestaban la sala de control, según se desprende de las fotos.

En segunda fila

Sin embargo, si se fija bien la atención en las imágenes de aquella época, aparece una mujer con un vestido negro justo en el centro de la sala: es la ingeniera Joann Morgan. Como ella, diversos miembros de colectivos discriminados se hicieron hueco en la segunda fila del programa Apolo. Hubo otras mujeres blancas, como Margaret Hamilton y Poppy Northcutt, que hicieron cálculos esenciales para las misiones, y Geneva Barnes, que acompañó a los astronautas del Apolo 11 en su gira alrededor del mundo.

También astronautas de origen humilde, como John W. Young, que pasó de un hogar azotado por la Gran Depresión a comandar la misión Apolo 16 y pisar suelo lunar. Y negros, como el grupo de mujeres computadoras lideradas por Katherine Johnson y Mary Jackson y retratadas en la película Figuras ocultas (2016).

Otros fueron expulsados de la carrera espacial. El piloto Edward Dwight, por ejemplo, pudo ser el primer astronauta negro, pero quedó excluido del programa Apolo de forma controvertida. En 1964, el presidente Lindon Johnson había impulsado la ley de derechos civiles, que prohibía, sobre el papel, la discriminación por raza, vigente todavía entonces en los estados del sur de EEUU, donde los servicios que se prestaban eran «suficientes para todos» aunque separados. En 1966, el director de la NASA, James Webb, estableció la primera política de igualdad de oportunidades en la agencia, «pero los intentos no encajaron con la realidad», observa Maher. La NASA se escudó en que era difícil atraer talento negro al sur, donde se encontraban sus instalaciones pero también había una fuerte tradición racista.

La agencia no fue consecuente tampoco con las mujeres. Un total de 13 mujeres piloto llevaron a cabo en una clínica privada las mismas pruebas que los hombres seleccionados por la NASA hicieron en sus instalaciones, Sin embargo, la agencia se negó a aplicarles la segunda ronda de pruebas, que solo se podían hacer con sus propios dispositivos, relata Maher. El activismo en la NASA de la principal entidad feminista de EEUU, la Organización Nacional de Mujeres, no dio frutos hasta años después.

La inclusión por clase social funcionó mejor, según detallan los expertos. «La [ley llamada] G. I. Bill garantizó a numerosos veteranos de la segunda guerra mundial y de la guerra de Corea el acceso a la educación. Muchos de ellos eran de clase baja y acabaron integrados en el programa espacial», afirma Brian Odom, historiador del Centro Marshall de la NASA. «Es cierto que las plazas de alto nivel fueron ocupadas por gente de clase alta, pero la raza y el género eran unas barreras superiores entonces», añade.

Tereshkova, la precursora

«No fue hasta después del programa Apolo cuando la inclusión entró realmente a formar parte de la cultura institucional», explica Odom. Hubo que esperar a 1973 para que la NASA empezara a realizar pruebas a mujeres y a 1975 para ver a las primeras astronautas y los primeros astronautas negros. Por entonces, el único antecedente era Valentina Tereshkova, la cosmonauta rusa que voló en 1963 y que quedó como un caso aislado durante años.

Hoy la NASA cuenta con una oficina de diversidad e inclusión y cuenta con astronautas hispanos. Incluso tuvo una astronauta lesbiana, Sallie Reid, aunque no quiso dar a conocer su identidad sexual públicamente hasta después de su muerte.