Una especie de tsunami, una «ola espasmódica» que llegó a alcanzar picos de cinco metros de altura (como una casa de dos plantas) en algunos puntos, sepultó casi la mitad de la población de San Llorenç sin que sus habitantes tuvieran tiempo de reaccionar. Esa es la conclusión a la que ha llegado el hidrólogo Joan Estrany, profesor de Geografía de la Universitat de les Illes Balears, tras visitar la zona e interrogar a varios testigos. Pero la causa de este especie de tsunami, un flash flash en terminología técnica, hay que buscarla, según Estrany, en la lluvia excepcionamente intensa caída en la cabecera de unos torrentes que confluyen en el mismo punto y que poco más adelante pasan, ya convertidos en cauce fluvial, por una población asentada en pleno meandro. «Por allí llegaron a circular unas 500 toneladas de agua por segundo», calcula. Como dice su compañero de departamento, el también geógrafo especializado en hidrología, Miquel Grimalt, «el torrente de Sant Llorenç parece diseñado por un asesino en serie y el municipio, con los años, se ha metido literalmente en su cama».

¿Qué debería hacerse para evitar destrozos como los de ayer? El artículo 28 de Plan Hidrológico Nacional vigente establece que las comunidades autónomas deberán evitar que se construya en la zonas de influencia susceptibles de ser inundadas y eliminar las construcciones existentes. Según denuncia el responsable de Aguas de Ecologistas en Acción, Santiago Martín Barajas, desde que se aprobó en 2001 «no se ha hecho nada» y al final en España hay 40.000 construcciones en parajes susceptibles de sufrir riadas, afirma el hidrólogo.