La ansiedad por separación, ese sorprendente rechazo a dejar el domicilio familiar que muestran niños aparentemente sanos, incluso si se trata de participar en unas atractivas colonias veraniegas, es uno de los conflictos psíquicos que hace un par de décadas podían quedar resueltos con un par de cachetes o dos frases tipo: "No me vengas con tonterías...!" pronunciadas sin mucho tacto por papá o mamá. Así lo relata un psiquiatra especializado en la infancia. Mal tratado, o desatendido, ese conflicto infantil conducía a aquellos niños a episodios de terror nocturno, fobias y graves limitaciones en la vida adulta. Ahora se les trata.

El concepto de salud mental se ha ensanchado en los servicios sanitarios públicos hasta los límites que han marcado la psiquiatría y psicología del occidente europeo. Ahora, por ejemplo, se entiende que un estrés emocional incontrolado que cause ansiedad intensa e impida dormir agrava un diagnóstico de diabetes o hipertensión, y puede causar confusión ante un incipiente dolor por angina coronaria.

También subyace un sufrimiento psíquico en algunas decisiones que implican un radical cambio estético quirúrgico, en el proceso que conduce a una obesidad destructiva o en las múltiples facetas de la adicción. Este cúmulo de síndromes, que requerirían una intervención psicológica, motiva que la Conselleria de Salut intente llevar psiquiatras y psicólogos a la red de asistencia primaria. Las consultas de los médicos de familia son el espejo que refleja la vida en sociedad.

"Siempre han existido los trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), las ludopatías o los trastornos de ansiedad, pero la sanidad pública no los atendía ni reconocía -reflexiona Enric Álvarez, responsable del área de Psiquiatría en el Hospital de Sant Pau, de Barcelona-. Ahora los incluye, pero no tenemos suficientes especialistas para atenderlos".

Los psicofármacos

En esa transformación asistencial ha sido determinante el hecho de que tanto médicos de familia como psiquiatras cuentan con una eventual solución para ofrecer a sus pacientes: una extensa familia de psicofármacos susceptibles de modificar estados de ánimo, atenuar una ansiedad somatizada o modular y mantener bajo niveles tolerables un estado depresivo. Una misma píldora puede cumplir todas esas funciones. Solo es imperscindible que quien la recete haya investigado sus efectos y esté capacitado para manejarla en las dosis adecuadas.

En el último trimestre, CAP y hospitales barceloneses han recibido a decenas de personas -"unas cifras de pacientes francamente preocupantes", advierte el psiquiatra Álvarez- que coinciden en sufrir un encadenado de síntomas que los médicos clasifican como trastornos adaptativos: coinciden un fuertísimo estrés que se retroalimenta impidiendo dormir, un estado de ánimo disfórico (triste, muy triste), irritabilidad y sensación general de caos personal. "Se podría sintetizar que los ciudadanos no se adaptan bien a un conflicto político que lo impregna todo", resume una psicóloga barcelonesa.

"Nos llegan al hospital porque son procesos que complican otras patologías previas -afirma el psiquiatra Álvarez-. La situación nos afecta a todos y cada cual la afronta con los recursos psíquicos de que dispone. Pero nos alcanza a todos".

La adicción a videojuegos, el sexo, la lotería, el póker o las redes sociales, y las conductas autolesivas, son otro inmenso foco de demanda de asistencia psicológica o psiquiátrica que no únicamente se puede resolver con psicofármacos. Catalunya dispone de dos unidades de ludopatía: un instalada en el Hospital de Bellvitge, y una segunda ubicada en el Sant Pau, cuya misión es atender a toda la ciudad de Barcelona. La presencia de profesionales es imprescindible y urgente, reiteran los especialistas.