El coronavirus coronavirusno respeta las fronteras ni las clases sociales, lo que no quita que la respuesta a la pandemia esté siendo diferente en función de las latitudes y el tamaño de la cuenta corriente. Entre las grandes fortunas estadounidenses se ha disparado el uso de los aviones privados para evitar los engorros de los aeropuertos y las cabinas potencialmente congestionadas. Algunos han cambiado sus vacaciones en villas del Mediterráneo por la plácida reclusión de sus yates. Y otros lo han dejado todo preparado para refugiarse en las montañas de Idaho, las soledades de Dakota del Sur o las playas idílicas de Nueva Zelanda si pintan bastos, lugares donde la industria del desastre oferta búnkeres para sobrevivir a toda clase de calamidades sin tener que preocuparse por el papel de váter.

Para el común de los mortales, sin embargo, la ansiedad provocada por la vertiginosa propagación del Covid-19 y la distópica perturbación que ha generado en la vida cotidiana se ha traducido en el acopio de alimentos no perecederos y la búsqueda precipitada de mascarillas, geles desinfectantes de manos y el muy misterioso papel de váter. Las alacenas vacías y el racionamiento en algunos supermercados son estos días una constante. No es que haya desabastecimiento, es que la gente ha perdido la cabeza, decía esta semana el dependiente de un supermercado en Washington. Un cliente se ha llevado esta mañana 17 botes de mantequilla de cacahuete y 14 latas de judías pintas. Los dispensarios de marihuana legal están haciendo su agosto, pero también las tiendas de armas, que en Estados Unidos son un termómetro de la salud mental colectiva.

Es una locura. Las ventas han aumentado más de un 200%, antes incluso de abrir hay gente en la puerta haciendo cola, dice en una entrevista telefónica Dough Odishoo, dueño de Delta Arsenal, una tienda de armas en una zona rural de Connecticut. Generalmente los picos en las ventas se producen después de los grandes tiroteos de masas, cuando se reabre el debate para restringir las armas, o cuando los demócratas llegan al poder en los estados o la Casa Blanca. Pero esta vez es diferente. No tiene mucho sentido lo que está pasando. Son ventas de pánico. La gente está alarmada. No necesariamente piensan que se va a desmoronar el orden social, pero quieren estar preparados en caso de que las cosas se pongan feas, añade Odishoo.

Nuevos clientes

Desde que estalló la pandemia, la gran mayoría de sus clientes son gente que nunca había tenido armas. Se llevan pistolas, recortadas y kilos de munición, tanta que está teniendo problemas para reponerla. La tendencia es la misma en todo el país, por más que nadie vaya a ser capaz de matar a tiros al virus. Las consultas para comprobar los antecedentes penales en la base de datos del FBI, necesarias para adquirir un arma, aumentaron un 36% en febrero respecto al mismo mes del año pasado. Las ventas online de munición en Ammo.com han crecido un 70% y el valor en bolsa de los fabricantes de armas se ha incrementado hasta un 40% pese al hundimiento general de los parqués, que en EEUU han vivido su peor semana desde la crisis del 2008.

Todo está pasando tan rápido que es difícil escapar al estado de 'shock' colectivo. El sábado se superó la barrera de los 20.000 contagios, tres populosos estados han decretado el confinamiento de su población y decenas de miles de personas están perdiendo rápidamente el empleo Las autoridades sanitarias se esfuerzan por contener la histeria, pero en las redes sociales circulan toda clase de bulos, conspiraciones y noticias falsas que fomentan la confusión y el pánico. La desinformación sobre el nuevo coronavirus se está expandiendo más rápido que la propia epidemia, escribió recientemente, Graham Brookie, experto del Atlantic Council. El Departamento de Estado habla de dos millones de tuits con toda clase de teorías conspiratorias desde que el virus se propagó fuera de las fronteras chinas.

Desinformación

Hay bulos que describen al Covid-19 como una creación de la Fundación de Bill y Melinda Gates o un arma bioquímica desplegada por el Pentágono para hundir a China. Otros hablan de un ataque de bandera falsa, cocinado por el estado profundo o el Banco Mundial para acabar con la presidencia de Donald Trump. Twitter ha empezado a purgar la basura, incluida toda la desinformación que contradice a las autoridades sanitarias. Cosas como que la distancia de seguridad no sirve para nada, que la comida se acabará en dos meses o que las crisis respiratorias causadas por el virus se curan bebiendo lejía, lo que algunos han bautizado como la Solución Mineral Milagrosa.

El problema es que parte de esa montaña de desinformación ha salido de la Casa Blanca y sus aliados. Trump decía hasta hace poco que el virus es un timo explotado por los demócratas para destruirle, mientras el gurú radiofónico de la derecha, Rush Limbaugh, minimizaba su gravedad afirmando que no es más que una gripe común. Ahora ya han cambiado la música, pero se tardará tiempo en reparar los daños ocasionados. Según una encuesta reciente, solo el 56% de los estadounidenses creen que el coronavirus es una verdadera amenaza. Para el resto, principalmente votantes republicanos, está sobredimensionado.