Con el semblante roto por las largas horas de incertidumbre, los familiares de las víctimas de la explosión producida durante el intento de robo masivo de gasolina el pasado viernes deambulan por los hospitales y funerarias del estado mexicano de Hidalgo en busca de cuerpos calcinados. Familias enteras recorren los hospitales con la esperanza de que sus allegados estén heridos, mientras que otros con menos confianza se amontonan en el exterior de las funerarias con el temor de que sus familiares sean uno de los 73 muertos contabilizados oficialmente hasta ahora. Se teme que el número de fallecidos sea aun mayor, no solo porque 74 heridos presentan quemaduras de gravedad, sino por la cantidad de desaparecidos de entre los centenares de personas que se agolparon el viernes en el conducto de combustible de Petróleos Mexicanos (Pemex) para extraer ilegalmente la gasolina de una toma clandestina.

Los nervios de los familiares son cada vez más visibles mientras unos y otros gritan nombres y aportan descripciones vagas como «hombre» o «mujer», o aluden a prendas y complementos como «reloj» o «anillo» que ayuden a identificar a los muertos o heridos. En la entrada de Funeraria El Ángel, en el municipio de Tula, a unos 15 kilómetros de la zona cero del municipio de Tlahuelilpan donde ocurrió la tragedia, los familiares conviven angustiados mientras prosigue la retahíla de descripciones y nombres.

Algunos llevan más de un día sin obtener respuesta aunque ya han entrado varias veces a identificar y han mirado a varios cadáveres a los ojos. Ana María Cruz, una mujer de avanzada edad, cuenta a Efe en la misma funeraria que desde hace dos días lo único que le importa es encontrar a su hermano, «esté vivo o muerto». Confiesa que le frustra no saber por qué sucedió la explosión, cuál fue el motivo exacto, algo que le provoca mucho dolor como a tantas otras personas que comentan desesperados que el intento del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador de acabar con el robo de gasolina ha creado desde hace dos semanas un desabastecimiento de combustible en muchos estados del país. La ansiedad creada por el desabastecimiento hizo que centenares de personas corriesen el viernes por la tarde a la toma clandestina de gasolina sin ser conscientes del riesgo de una explosión, que provocó una bola de fuego que arrasó centenares de cuerpos.

Tras el suceso López Obrador insiste en acabar con el robo de gasolina, que provoca unas pérdidas anuales a Pemex unos 3.400 millones de dólares. El trabajo de los peritos forenses proseguirá hasta la tarde de hoy cuando se prevé haya terminado la agónica espera de los familiares.