Plácido Domingo lleva más de medio siglo emocionando a legiones de amantes de la ópera con una voz irrepetible y un carisma proyectado a borbotones. En los grandes teatros del mundo es algo parecido a un semidiós, el más prolífico de los intérpretes del género, con 150 papeles representados en más de 4.000 actuaciones a lo largo de una carrera que le han valido apelativos como el Rey de la Ópera. Pero ahora, a sus 78 años, su reputación ha quedado seriamente cuestionada con la irrupción del MeToo en el mundo del cante lírico. En un artículo de Associated Press, ocho cantantes y una bailarina acusan al madrileño de abusar de su poder para acosarlas sexualmente en teatros y entornos profesionales en los que ostentaba posiciones de mando. Unas alegaciones que Domingo ha descrito como «inexactas».

La investigación de la agencia estadounidense se basa en más de una treintena de entrevistas a cantantes, bailarinas, músicos de orquesta, profesores de canto y trabajadores del universo operístico. Según esas fuentes, que hablan casi exclusivamente de forma anónima, el presunto comportamiento inadecuado del artista español era un secreto a voces en la profesión. Las nueve mujeres que le acusan sostienen que las persistentes insinuaciones del tenor las incomodaron y les hicieron sentirse atrapadas por las repercusiones que una negativa podría tener para sus carreras. «Me sentía muy intimidada y pensaba que decirle que no sería como decirle que no a Dios. ¿Cómo le dices no a Dios?», contó una cantante.

Una de ellas asegura que le metió la mano debajo de la falda y otras tres que les dio besos húmedos en la boca en contra su voluntad. En un vestuario, en una habitación de hotel, en un restaurante. Los encuentros denunciados comienzan a finales de los años 80 y se extienden en el tiempo, según la agencia. Varias de las presuntas víctimas afirman además que sus carreras se resintieron tras darle largas al cantante, actual director de la Ópera de Los Ángeles, que ya ha anunciado la puesta en marcha de una investigación.

«Las alegaciones anónimas de estas individuas, que se remontan hasta 30 años atrás, son muy preocupantes y, tal como se presentan, inexactas», ha respondido Domingo en un comunicado. El cantante sostiene que le resulta «doloroso» oír que ha podido «disgustar o incomodar» a otras personas. «Yo creía que todas mis interacciones y relaciones fueron siempre bienvenidas y consensuadas. La gente que me conoce sabe que no soy de las personas que dañan, ofenden o avergüenzan intencionadamente a otras». Pero también reconoce que «las reglas y estándares que imperan y deberían imperar hoy son muy distintas a las del pasado».

No es la primera vez que el sancta sanctorum de la música clásica se ve salpicado por las acusaciones de acoso y abuso sexual contra mujeres. También en sus dominios se está resquebrajando la omertà que ha silenciado tradicionalmente los comportamientos más reprobables, gracias a la energía del movimiento MeToo, que ha servido desde el 2017 para que miles de mujeres (y algunos hombres) denuncien abusos en numerosos ámbitos profesionales. El pianista y director estadounidense James Levine fue cesado como director de orquesta del Met, lo mismo que le sucedió al suizo Charles Dutoit en la Royal Philharmonic tras ser acusado el año pasado de agresión sexual por varias mujeres. También ha aflorado el instinto depredador del difunto Herbert Von Karajan.

Las acusaciones contra Domingo no llegan a tanto. Hablan, eso sí, de un acoso persistente a mujeres a las que habría ofrecido papeles o apoyo a sus carreras como anzuelo para acercarse a ellas. La única que habla con nombre y apellidos es la mezzosoprano Patricia Wulf, que trabajó varias veces junto al tenor y últimamente barítono.

«Cada vez que salía del escenario, me esperaba en los pasillos (…) Me acercaba la cara, bajaba la voz y decía: ‘Patricia, ¿tienes que irte a casa esta noche?’» Wulf ha contado que a veces se escondía para que no la viera, pero a menudo Domingo iba a buscarla a su camerino. Durante un estreno de La Flauta Mágica y delante de su marido, le cogió la mano, la besó en las mejillas y le susurró al oído: «Me gustaría conocer a mi rival», según su relato. Wulf dice que tiene un testigo de lo ocurrido.

LLAMADAS INSISTENTES

Otra mezzosoprano conoció al artista en 1988, cuando cantaba en el coro de la Ópera de Los Ángeles. Tenía 23 años. Durante la interpretación de una orgía en los Cuentos de Hoffman, Domingo le dio supuestamente un beso húmedo y le susurró: «Ojalá no estuviéramos en el escenario». Luego empezó a llamarla insistentemente a su casa, a mostrarse muy afectuoso y a hacerle insinuaciones con la promesa de impulsar su carrera. Una noche aceptó quedar con él sobre las 23.00 horas. «Tuve un ataque de pánico, me entró miedo y no contesté al teléfono. Me llenó el contestador de mensajes y no dejó de llamar hasta las 3.30 horas». Con el tiempo acabó acostándose con él en dos ocasiones. «Me quedé sin excusas». En una de esas ocasiones, la estrella de Los Tres Tenores le habría dicho que por superstición tenía que acostarse con una mujer antes de los conciertos para relajarse. Y le dejó 10 dólares en el vestidor del hotel para que pagara el párking.

Las repercusiones no han tardado en llegar. Además de la investigación de la Ópera de Los Ángeles, la Orquesta de Filadelfia ha cancelado la actuación del español prevista para el 18 de septiembre, tras afirmar que quieren ofrecer un «ambiente seguro y respetuoso» para la orquesta.