ANoëlle Campos, maestra de primaria, le detectaron un cáncer en el 2009. Le costó bastante digerir el diagnóstico: linfoma folicular de crecimiento lento. Quiso (y sigue queriendo) entender su enfermedad. Coger las riendas. Informarse. Preguntar. Curiosear. Indagar. Compartir dudas con los médicos. Esa actitud la ha llevado -tras varios ciclos de quimioterapia en La Paz (Madrid)- a conseguir entrar en un ensayo clínico en un hospital hematológico privado a las afueras de Pekín.

Allí ha recibido un revolucionario tratamiento llamado CAR-T, que -de momento- solo es apto para determinados tipos de cáncer y que en España está dando ahora sus primeros pasos. Antes de ingresar en el centro chino, la situación de Campos era límite. El último ciclo de quimioterapia no conseguía frenar el tumor. «Estaba en el alambre, entre la vida y la muerte», narra.

En octubre del año pasado, ingresó en el hospital Lu Daopei. A lo largo de varias semanas recibió la terapia. El 11 de diciembre le practicaron un escáner. Supo los resultados dos días después. La buena noticia llegó vía mensaje de móvil: «Remisión completa. Enhorabuena». Eso no significa que esté curada. Significa que no hay células malignas detectables en su cuerpo. Puede ser que hayan desaparecido para siempre. O no. Pero está viva. Y feliz. Y aprecia cada segundo de su existencia al lado de su marido, Mark Kitcatt, empresario del mundo de la cultura, y sus dos hijos, de 18 y 16 años.

Cuando a Campos le extirparon un ganglio, en el 2009, el médico -de la sanidad privada- apostó por un inmediato ciclo de quimioterapia. «Yo me encontraba bien. Muy bien, de hecho. Me venía fatal la quimio porque me presentaba a unas oposiciones en poco más de un mes. Así que le pregunté si me estaba muriendo», explica. Campos (gallega) y Kitcatt (británico) son dos personas extremadamente curiosas e inquietas, así que decidieron investigar y consultar estudios rigurosos y científicos sobre su tipo de cáncer. «Vimos que había dos vías. Una era dar quimio inmediatamente y la otra, esperar y ver. Entre ambas opciones no había diferencia en la esperanza de vida», recuerda Campos tras explicar, entre risas, que sí se presentó a las oposiciones y consiguió aprobarlas.

EN LA SANIDAD PÚBLICA / La pareja tomó la decisión de apostar por la sanidad pública, en La Paz (Madrid), donde siempre se ha sentido respetada y cuidada. Años después, en el 2015, el linfoma dio malas noticias: se había convertido en uno más agresivo. Campos se sometió a quimioterapia y obtuvo un buen diagnóstico: remisión completa. Pero recayó pronto. En el verano del 2016, tuvo que volver a recibir quimioterapia y posteriormente (en noviembre) le practicaron un autotrasplante de médula. De nuevo, el diagnóstico fue «remisión completa».

El cáncer, sin embargo, volvió a dar señales de vida a principios del 2018. En esta ocasión, la quimioterapia debía ser el paso previo para un trasplante alogénico con su hermano, compatible 100% con ella. Era necesaria una remisión completa previa. Pero la remisión no llegó. La pareja volvió a investigar. «Habíamos oído hablar de una terapia llamada CAR-T y leímos toda la información médica internacional que había publicada. En Estados Unidos ya se habían hecho los ensayos clínicos necesarios y había sido aprobada. Pero recibir el tratamiento allí no nos lo podíamos permitir económicamente porque suponía un desembolso de unos 700.000 euros. Sabíamos que en Europa se empezaban a realizar ensayos con CAR-T. En La Paz no estaba disponible. Así que escribimos a hospitales de todo el mundo: Canadá, Inglaterra, Suecia… Mandamos más de 200 correos electrónicos. Pero es realmente difícil que te cojan, recuerda Campos.

RUMBO A ASIA / Finalmente, la respuesta afirmativa llegó del Hospital Lu Daopei, donde se estaban realizando ensayos con CAR-T con más de 470 pacientes, casi todos asiáticos. En octubre, ambos hicieron las maletas y pusieron rumbo a China. La barrera del idioma la salvaron con nota. La directora del centro, Peggy Lu, hablaba inglés perfectamente. Y, además, se descargaron una aplicación para traducir todo lo que querían preguntar a los médicos y enfermeros.

Al ser un ensayo clínico, el tratamiento en sí era gratis. Pero todo lo demás había que pagarlo. Desde poner una inyección hasta recibir oxígeno o tomar la tensión. Campos y Kitcatt se gastaron en torno a unos 50.000 euros. «No sabemos la inmensa suerte que tenemos en España con la sanidad pública, a la que debemos mimar y defender», destacan. La terapia CAR-T (que consiste en la extracción de sangre del paciente para ser tratada en laboratorio y luego vuelta a inyectar en el cuerpo para que ataque las células cancerígenas) puede tener efectos secundarios. Algunos de ellos, muy serios, incluidas alteraciones en el sistema nervioso central. Campos estuvo aletargada durante unas tres horas. Hablaba muy despacio. Le costaba encontrar las palabras adecuadas. Sus movimientos también eran lentos. No había rastro de fiebre. «Los médicos no estaban seguros de que la terapia hubiera funcionado porque los efectos secundarios estaban siendo demasiado leves. Nosotros nos queríamos ir en diciembre para celebrar el cumpleaños de uno de nuestros hijos. Pero la directora del hospital nos comentó que a lo mejor pasábamos allí más tiempo del previsto», recuerda Kitcatt. «Vivimos una situación extrema, límite. Finalmente, para comprobar mi estado me hicieron un escáner. Estuvimos dos días sin dormir. Por fin llegaron los resultados. Y fueron buenos», narra la pareja, riéndose de cómo se enteraron -vía el WhatsApp chino- de las buenas noticias: remisión completa. Nöelia ganó.