El año pasado 481 personas fallecieron ahogadas en toda España. De ellas, 24 tenían menos de 14 años y sus muertes podían haber sido «totalmente evitables». ¿Cómo? Con prevención. La Federación Española de Salvamento y Socorrismo y la Asociación Nacional de Seguridad Infantil reclaman al Gobierno que conceda la misma importancia a los ahogados que a las víctimas de tráfico [1.200 fallecidos en 2017]. Ambas entidades exigen campañas ministeriales que muestren los riesgos que conlleva el agua, especialmente entre los menores, con los que cualquier despiste puede ser mortal. Solo así -advierten- se provocará un cambio de mentalidad.

En lo que va de año, al menos 125 personas (seis de ellas tenían menos de 17 años) han muerto ahogadas en playas, piscinas, ríos, pantanos y embalses. Las últimas, un bañista de 75 años en Torredembarra, otros dos de 72 y 79 que perdieron la vida en sendas playas de Oropesa y Benicarló (Castellón) y un cuarto de 41 años en Barrañán (A Coruña). En el 95% de los casos, el fallecimiento se produjo en lugares donde no había vigilancia o el socorrista estaba fuera de turno. Dentro de la gravedad, los datos confirman una mejoría respecto del 2017, año especialmente negro en el que se registraron 16 víctimas mortales menores de edad en los seis primeros meses.

Además de los 481 muertos por ahogamiento en el 2017 hay que añadir otros 106 fallecidos en espacios acuáticos de los que se desconoce las circunstancias y otros 20 que desaparecieron (en ningún caso están incluidos inmigrantes a bordo de pateras). En total, 607 personas perdieron la vida en playas, piscinas y ríos. «Son datos muy preocupantes. Necesitamos una acción por parte del Gobierno», exige Jessica Pino, responsable del informe anual de ahogamientos que realiza la Federación de Salvamento y Socorrismo. No se trata de datos oficiales, sino de cifras recogidas por las asociaciones que, de manera altruista, luchan contra la inseguridad en el agua. «Las estadísticas ministeriales -que se elaboran con dos años de retraso- no diferencian entre los menores que se ahogan en una piscina o los que tienen un accidente con una bolsa de plástico. Esa sería la primera medida que el Gobierno debería adoptar: realizar estadísticas serias como hace la Dirección General de Tráfico con las víctimas en la carretera», explica Mariángeles Miranda, vicepresidenta de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil. «Nuestro objetivo es que Sanidad decrete medidas para concienciar a la población. No es lógico que padres y madres busquen seguridad absoluta en sus coches y, sin embargo, cuando llegan a la playa o la piscina no toman las mismas precauciones», se queja Pino.

A falta de mensajes ministeriales, las entidades involucradas en la prevención de los ahogamientos llevan un par de años lanzando campañas veraniegas con especial atención a los menores. #OjoPequeAlAgua y #StopAhogados se dirigen a padres y madres para recordarles que la primera medida de precaución es estar siempre vigilando a los pequeños. Especialmente, en las piscinas privadas, donde se producen la mayoría de los ahogamientos infantiles. Hay que estar pendientes tanto de los bebés que no saben nadar (ni flotar) como de los niños que están aprendiendo o ya saben. «Un menor se puede ahogar en cuestión de segundos, lo que tardamos en mirar la pantalla del móvil», destaca Miranda. «A todos nos gusta hacer vida de adulto e ir al chiringuito, tomar algo, ver el móvil, mandar una foto a un familiar, hablar con otros padres… Pero si tenemos niños a nuestro cargo debemos ser los guardianes del agua con ellos y estar a su lado en todo momento», añade la experta, que pide a los adultos que jamás caigan en la tentación de pensar que a ellos no les va a pasar nada.