Jordi Magentí ha regresado este jueves al pantano de Susqueda. Agotado tras cuatro días bajo arresto, esta vez ha subido al embalse en el que ha pescado toda la vida dentro de un coche patrulla de los Mossos d’Esquadra, detrás de una mampara y rodeado por cristales tintados, empotrado en una comitiva judicial que quería que pusiera de nuevo los pies sobre el lugar en el que fueron asesinados Marc y Paula. Pero Magentí solo ha bajado del vehículo para fumarse un cigarrillo en la Font del Borni, el mismo sitio desde el que salió el eco de los disparos que varios testigos escucharon el 24 de agosto del 2018. Los tiros que, según sospechan los investigadores, mataron a los dos jóvenes del Maresme.

El regreso de Magentí a Susqueda ha sido una decisión que el juez ha tomado este mediodía después de interrogarlo en el Juzgado de Santa Coloma de Farners y antes de decidir si tenía que enviar a este vecino de Anglès y 60 años a la cárcel, preventivamente. La caravana judicial, perseguida por los medios de comunicación, se ha detenido en tres ocasiones. En el restaurante La Parada, junto a la presa y en la Font de Cal Borni. Aconsejado por su defensa, Magentí, que sigue insistiendo en su inocencia, no ha participado en la reconstrucción del crimen. El viaje a Susqueda sí ha servido para que el juez pudiera escuchar sobre el terreno cómo los investigadores creen que cometió un doble homicidio del que Magentí se desentiende. Sin una confesión, sin otro detenido, el secreto de Susqueda sigue sin resolverse, porque se niega a entregar un porqué. Por qué Marc y Paula, de 23 y 21 años, dos jóvenes que querían navegar en kayak, fueron asesinados.

Los Mossos, desde la cantera ubicada a 400 metros de la Font de Cal Borni, han elevado un dron que han suspendido sobre el pantano. Ingrávido, pero ruidoso dentro de la inmensidad del embalse, ha descendido hasta el nivel del agua, frente al barranco a través del que se alcanza la orilla desde la cuesta de Cal Borni. Descender a pie hasta allí supone tomar un sendero rodeado de zarzales y flanqueado por dos hileras de nieve. Al final del camino, asoma la superficie del pantano.

Los policías le han ido preguntando a Magentí qué camino tomaba para acceder al pantano y qué lugares elegía para plantar su caña de pescar. Pero él no ha respondido a nada. Solo quería fumarse un pitillo, un deseo que se le ha concedido al final. Se lo ha fumado muy cerca del lugar en el que todos creen que cometió el crimen. Él insiste en que se equivocan.