España es un país vacunofóbico. El porcentaje de gente que desconfía de los beneficios de las vacunas oscila entre un 5% y un 7%, mientras que en Italia, las cifras ascienden a un 30% o 40% y en Francia, a un 50%. Aun así, el movimiento antivacunas supone un peligro para la salud pública. Roi Piñeiro (Madrid, 1978) es jefe del Servicio de Pediatría del Hospital General de Villalba (Madrid) y autor del libro ¿Eres vacunofóbico? Dime, te escucho (Undergraf). También impulsor del Proyecto Inmuniza que, respaldado por la farmacéutica MSD, tiene como objetivo combatir a los antivacunas.

- ¿Qué es el Proyecto Inmuniza?

- Una serie de talleres para enseñar a los profesionales sanitarios de todos los ámbitos técnicas de transmisión de la información sobre vacunación. Con el conocimiento teórico solo no vamos a ningún sitio, tenemos que comunicarnos con las familias de una forma eficaz para llegar a las personas que tengan dudas. Dudar es humano, pero es ahí donde se mueven los antivacunas, que están en crecimiento exponencial en algunos países. Inmuniza nació enero del 2018 y ya hemos impartido seis talleres, el último en Barcelona.

- ¿Cómo nace esta iniciativa?

- De una apuesta personal mía, en el 2014, en el Hospital General de Villalba. Después de haberme enfrentado a padres antivacunas, yo mismo me di cuenta de que así no íbamos a ningún lado. Vi que una forma de acercarme a esta población era la empatía, la escucha activa, para intentar comprender sus motivos y después explicarles punto por punto una serie de bulos que no deberían creer. Así nació la Consulta de Asesoramiento en Vacunas a la que yo dedico el final de una mañana a la semana y en la que he llegado a estar una hora hablando con los padres. Es pionera en España.

- ¿Cuál es su tasa de éxito?

- He logrado que un 90% de los padres con dudas hayan decidido vacunar, aunque no de todas las vacunas. Es cierto que lo que hago yo en esta consulta se hace todos los días en atención primaria y por eso en España las tasas de vacunación son tan altas. Pero, aun así, se nos están escapando pacientes. Hay que insistir mucho en que, aunque las vacunas suponen un beneficio individual, protegen sobre todo a una comunidad de epidemias de enfermedades.

- ¿Es fuerte el movimiento antivacunas?

- En Francia e Italia, las autoridades sanitarias han tenido que hacer obligatoria la vacunación. Si las tasas de vacunación reales caen por debajo del 85% o 90%, existe un riesgo real de una epidemia. En España tenemos una tasa de vacunación del 97% -entre un 1% y un 3% de niños están sin vacunar y algunos, por enfermedades de inmunodeficiencia-Pero sí que existe una tendencia ascendente, pareja a la del resto de Europa, no solo del movimiento antivacunas, sino de las dudas sobre las vacunas.

- ¿Y quién tiene la culpa de esto?

- En parte, las propias vacunas, porque han conseguido eliminar enfermedades que no conocemos, que nos pensamos que están erradicadas y a las que, por tanto, no tenemos miedo -la polio, la tosferina, la difteria-. Clara Grima acuñó el concepto de «racionalidad miope» según el cual yo no puedo decirle a una familia antivacunas que se vacune contra la polio si no sabe lo que es la polio.

- ¿Las vacunas son 100% seguras?

- No. Ni las manzanas, ni los yogures, ni los rayos del sol. Nada en este mundo es 100% seguro -tampoco la homeopatía-. La posibilidad de desarrollar alergias a algo es inherente al ser humano y el riesgo de las vacunas de generar alergias es de una entre un millón de dosis administradas. Pero lo que la gente no puede olvidar es que, cuando no vacuna a su hijo, lo está condenando a no moverse de Europa el resto de su vida. Porque, si el día de mañana quiere visitar el Congo y está sin vacunar, del Congo no vuelve. Aquí tenemos la suerte de que llegan las vacunas y nos la podemos jugar porque existe la inmunidad de grupo. Pero la gente debe tener en cuenta que este mundo está globalizado, que las fronteras ya no existen y que, cuando tú te montas en un autobús, no sabes quién tienes a tu lado sentado.

- ¿Qué argumentos esgrimen los antivacunas?

- La presencia de algunos metales en las vacunas. Hace unos años tenían mercurio, un metal que era necesario para que no caducasen y que se ha ido sustituyendo por otros. El mercurio es malo a altas dosis -el agua también-, pero en las dosis que había en las vacunas en ningún caso. En la actualidad no existe ninguna vacuna comercializada en España que lleve mercurio. Otro metal que produce ciertos temores es el aluminio. Las vacunas sí lo tienen porque es necesario para potenciar la respuesta inmunológica. ¿Y el aluminio es tóxico? Solo en altas dosis. Es el tercer oligoelemento más frecuente en la naturaleza; nos exponemos a él comiendo pescado o verdura. La lactancia materna contiene siete veces más aluminio que una vacuna.

- ¿Y el bulo del autismo?

- Es totalmente falso que la vacuna triple vírica [contra el sarampión, paperas y rubeola] cause autismo. El origen de esto es una publicación, en 1998, del investigador Andrew Wakefield en The Lancet. Generó mucho temor. Los científicos repitieron los estudios y no vieron ninguna relación entre esta vacuna y el autismo. Con el tiempo, el tribunal de justicia británico conoció la verdad: Wakefield se había inventado todos los datos, no había pedido el consentimiento a las familias para publicar el estudio y había utilizado pruebas complementarias que eran barbaridades, como punciones en la cabeza.

- ¿Y todo esto para qué?

- ¿Hay intereses en el mundo de las vacunas? Sí. Pero es que en el movimiento antivacunas tabién. Wakefield quería inventar una nueva vacuna triple vírica y para eso tenía que demostrar que la otra era mala. El movimiento antivacunas está muy cerca de las pseudociencias -la homeopatía incluida-y lo que en parte pretende es convencer a la gente de que las vacunas tradicionales son malas para que se pongan las vacunas homeopáticas.

- ¿Las vacunas son un negocio?

- Claro. ¿Y dónde está el problema? Son un negocio muy noble, muy honrado y que ha demostrado salvar vidas. Lo que no puede ocurrir es que lo que diga Javier Cárdenas tenga más impacto que lo que dice el presidente del comité asesor de vacunas de la Asociación Española de Pediatría. No lo podemos permitir. Pero, ojo, no es solo culpa de los periodistas, sino también nuestra: solo el 13% de los médicos españoles están en Twitter. Y tenemos que estar ahí porque los antivacunas sí están. Los médicos tenemos que combatir las noticias falsas.