Tranquilos, con la cara descubierta e incluso con alguna sonrisa ante la expectación mediática, los cinco componentes de La Manada realizaron este lunes el primer paseíllo hasta los juzgados de Sevilla para cumplir con el trámite de comparecer tres días de la semana al que se ven obligados tras quedar en libertad a la espera de que su condena sea firme. Allí han podido comprobar que fuera de su ambiente no escucharán sino improperios e insultos cada vez que pongan un pie en la calle, y que al menos al principio todos sus pasos quedarán documentados por algunos medios de comunicación.

El ritual que tendrán que seguir lunes, miércoles y viernes, según establece el auto de puesta en libertad, no dura más de tres minutos. A partir de ahí, recuperan su rutina normal y cierto anonimato dado que su aspecto ha cambiado notablemente tras su estancia en prisión, y es difícil reconocer a los jóvenes que sonreían festivos durante los sanfermines del 2016.

El más madrugador fue el militar de la UME, Alfonso Jesús Cabezuelo, quien luce más fornido y barba apurada. Sin gafas de sol y acompañado de un familiar, sobre las 9,15 horas se coló entre los reporteros y no fue reconocido hasta que pasó por delante y lanzó un «buenos días» antes de desaparecer por la puerta de los juzgados. A la salida, ya completamente rodeado de periodistas, pidió que le dejaran «en paz» ya que está un «poco agobiado» por la situación estos días. Y a la pregunta de una televisión sobre si seguía manteniendo su inocencia, fue tajante. «Por supuesto».

Desde ese momento, el goteo fue constante. Una hora más tarde apareció José Ángel Prenda, también sin gafas de sol, mucho más delgado y solo. Dos minutos más tarde, salía sonriendo ante la expectación generada y apenas musitaba que «es evidente» que la situación le agobiaba, esbozando otra sonrisa al ser preguntando si seguía diciendo que era inocente. De forma escalonada, Ángel Boza, el ex guardia civil Antonio Manuel Guerrero, ambos con grandes gafas de sol, y Jesús Escudero han ido apareciendo por los juzgados para solventar el trámite, ya sin hacer declaración alguna. Ellos sí se enfrentaron a alguna mujer que voz en grito les recordó que «no es abuso, es violación» y que «no queremos violadores en Sevilla». julia camacho