El juzgado de instrucción que investiga la muerte del pequeño Julen tras caer por un pozo de 71 metros de profundidad ha citado a declarar el próximo día 22 de febrero al dueño de la finca en la que ocurrieron los hechos, David Serrano. Atiende así la petición realizada este mismo miércoles por la Fiscalía, que solicitó su declaración como investigado por un delito de homicidio imprudente después de estudiar los informes elaborados por la Guardia Civil y al considerar que “ya se pueden hacer varias hipótesis de los momentos previos a la fatal caída de Julen” y, por tanto, “depurar si las hubiere las responsabilidades penales de las personas intervinientes”. De esta manera, la jueza instructora entiende que puede haber cuanto menos indicios de esa criminalidad, de ahí la citación.

En un escrito remitido al juzgado 9 de Málaga con fecha del pasado 10 de febrero, el ministerio público pide al instructor que cite a una docena de personas en calidad de testigo, e invita a Serrano, pareja de una prima de los padres de Julen, a personarse en la causa como investigado al interesar su declaración en calidad de investigado. Sería el único implicado de momento, ya que la Fiscalía solicita que el resto de citaciones se produzcan como testigos. Es el caso de los padres del menor o la pareja de Serrano, ya que ambas familias estaban compartiendo ese fatídico 13 de enero en la finca para celebrar un almuerzo al sol con sus respectivos hijos.

Además, la Fiscalía pide la comparecencia de los tres excursionistas que estaban en el momento de la caída visitando el paraje y fueron los primeros en acudir a las llamadas de auxilio de los padres de Julen, así como la declaración de varios guardias civiles, entre ellos los dos agentes que acudieron en un primer momento hasta el lugar.

Versiones contrapuestas

A la luz de los informes elaborados por la Guardia Civil, que arrojan dos versiones contrapuestas, el fiscal pide además tomar testimonio al pocero que realizó la perforación en busca de agua, y también al obrero que abrió la zanja en cuyo extremo estaba el pozo, y que según el dueño de la parcela era para construir un muro de contención. Según la versión del pocero, fue al abrirse esta zanja cuando se dejó al aire el pozo por donde se precipitó el pequeño, aunque el dueño de la finca insiste en que el pocero dejó el tubo sin tapar y fue él mismo quien colocó dos ladrillos de hormigón para impedir que nadie pueda tropezar y hacerse daño. “Advertí del peligro a mis invitados pensando en que alguien se podía partir un pie, pero jamás pensé que allí cupiera un niño, eso no me lo voy a perdonar nunca”, dijo David Serrano en una comparecencia pública el pasado día 5 de febrero acompañado de sus abogados.

En esa intervención, Serrano trató de descargar cualquier responsabilidad penal en el pocero, acusándole no solo de mala praxis por no tramitar los permisos y autorizaciones para el sondeo en busca de agua, sino también por no tapar la perforación que acabó costando la vida al menor de dos años. El pocero, sin embargo, siempre defendió que tapó el agujero en el suelo con una piedra de unos quince kilos, y que cuando acudió al Cerro de la Corona para dar información sobre las dimensiones del pozo se percató de que con posterioridad se había realizado una zanja en forma de L -en cuyo extremo de menor tamaño estaba el pozo- en la parcela, y atribuyó a estos movimientos de tierra que el pozo quedara al descubierto. En su primera declaración ante los agentes, el dueño de la finca afirmó desconocer qué o quien podría haber quitado las piedras de la boca del pozo, ni siquiera si fue una excavadora usada en esas obras de la parcela.

El cuerpo de Julen fue rescatado el pasado 26 de enero, 300 horas después de caerse por el pozo. Las labores de salvamento tuvieron en vilo al país entero después de que la geología de la zona fuera complicando todos y cada uno de los intentos de rescate. Finalmente, y tras rebajar la cota del monte una veintena de metros, se construyó un pozo paralelo desde el que un equipo de la Brigada de Rescate Minero cavó manualmente, con ayuda de microvoladuras controladas, una galería de cuatro metros para acceder hasta el punto donde estaba el cuerpo ya sin vida del niño.