La naturaleza privó a una joven de lo que su escuela exigía y el conflicto se dirimirá en el juzgado. Algunos japoneses se plantean si el rigorismo estético no es excesivo después de la demanda de una estudiante que fue forzada a ennegrecer su pelo.

La joven de 18 años, cuyo nombre no ha trascendido, no acude a la escuela pública Kaifukan de Osaka (centro de Japón) desde septiembre del pasado año porque los sarpullidos e irritaciones en su cuero cabelludo se le hicieron insoportables. Ocurre que su pelo es castaño y su centro lo impone negro. La estudiante ha demandado al gobierno de Osaka y exige una indemnización de 2,2 millones de yenes (16.500 euros), según la agencia Kyodo. Su abogado alega abuso ya que fue obligada a pesar de los perjuicios en su salud. Las autoridades han pedido al tribunal que rechace el proceso.

La escuela, como tantas otras, prohíbe los cabellos teñidos o aclarados y presume el negro natural. Fue inútil que su madre informara a los responsables antes de que su hija ingresara en la escuela de que su color castaño le venía de cuna. La tozuda respuesta fue que se lo tiñera para no romper la uniformidad. También se la informó de que incluso obligarían a teñirse a estudiantes extranjeras rubias porque esas eran sus reglas.

Estragos químicos

Fue inútil que la estudiante mostrara los estragos en su cabeza de tanto baño químico. La historia sugiere un extraño caso de 'bullying' profesoral. La joven recibía advertencias casi semanales en su primer año y mucho más frecuentes en el segundo. Fue apartada de fiestas y viajes hasta que en abril, cuando empezó el nuevo curso, fue expulsada. Las autoridades educativas locales han recordado que cada escuela tiene potestad para fijar sus directrices sobre peinados y han rehusado cualquier comentario sobre el caso.

Es habitual que las escuelas japonesas impongan una disciplina estética que impide el pelo teñido o las permanentes. Una encuesta del diario 'Asahi Shimbun' de mayo revelaba que el 57% de las escuelas públicas de Tokyo exigen pruebas a los padres de que el pelo claro o rizado de sus vástagos no es sobrevenido. "Algunos estudiantes insisten en que su pelo es natural a pesar de que es teñido por lo que exigimos a sus padres que lo confirmen", argumentó un profesor. El método habitual son las fotos de infancia, lo que genera dudas sobre la violación de la intimidad. Otras veces basta con la declaración paterna.

Competición por los estudiantes

El estudio justificaba que esas pruebas solventarían los equívocos y reducirían los conflictos con compañeros y profesores. También late un problema sociológico de fondo. El envejecimiento de la población y la caída de la natalidad obligan a las escuelas a competir por los escasos estudiantes. El acento en la disciplina, tan valorado en la sociedad japonesa, es un anzuelo para los padres porque se entiende que el rigor estético está ligado al educativo.

El sometimiento a las normas sociales y a la armonía del grupo se inculca ya desde la escuela. El uniforme escolar está tan grapado a la cultura nacional como el sushi y no es raro que los jóvenes lo lleven incluso en sus ratos de ocio como elemento distintivo. El debate sobre las consecuencias de desanimarles a que expresen su individualismo, un rasgo habitualmente sospechoso, queda enterrado bajo el peso de su milenaria idiosincracia. Las detalladas instrucciones sobre el maquillaje o la longitud de las minifaldas son de obligado cumplimiento y solo los casos más extremos generan algo de ruido. En los últimos años se ha sabido de escuelas que prohibían el pelo recogido en coletas porque el cuello desnudo empujaba a la lujuria o que recomendaban la ropa interior blanca por cuestiones de higiene.

La inmigración supone una amenaza a la imagen icónica de la estudiante de pelo liso y negro como el azabache. El número de extranjeros se ha doblado desde 1990 y, aunque es significativamente bajo respecto a otros países, tensa los convencionalismos sociales. La prensa ha recogido las dificultades de estudiantes extranjeros por amoldarse a los estrictos cánones nacionales.