Habla con el énfasis extasiado de los iluminados, se define como "futurista, transhumanista e inmortalista" y viste corbatas decoradas con la portada de su último libro, 'La muerte de la muerte' (Deusto), escrito al alimón con el tecnólogo británico David Wood, donde anuncia que los avances de la ciencia están llevando al ser humano a tocar la inmortalidad con la punta de los dedos. Por lo que dice y por cómo lo dice, José Luis Cordeiro (Caracas, Venezuela, 1962) está condenado a que lo tomen por un vendedor de crecepelos. Consciente de esta sospecha, su defensa consiste en enumerar los hallazgos científicos que le permiten proclamar su profecía. El tiempo dirá si estamos en presenciad de un charlatán provocador o del visionario que supo anticipar el mayor acontecimiento de la historia de la humanidad.

Comprenda que dude de su pronóstico. Convénzame. Claro que comprendo sus dudas, convivo con ellas a diario, pero también dudaron de Darwin y Galileo, y luego les dieron la razón. Para convencerle, puedo hablarle de la técnica descubierta por el premio Nobel japonés ShinyaYamanaka para convertir cualquier célula del cuerpo en una célula embrionaria y rejuvenecerla cambiando sus genes. ¡Esto es orgásmico! ¡Y se está haciendo! ¡Ya podemos controlar la edad biológica de nuestras células!

Usted habla de hacerlas inmortales. Me refiero a las células y a las personas. Lo afirmo partiendo de investigaciones como las que lleva a cabo en el CNIO la bióloga María Blasco, que ha creado ratones un 40% más longevos. O Juan Carlos Izpisúa, que ha logrado lo mismo mediante técnicas diferentes. O los hallazgos de Michael Rose, que ha multiplicado por cuatro la vida de la mosca de la fruta. No somos conscientes del impacto que van a tener en nuestras vidas los tratamientos génicos, la regeneración de tejidos y la impresión de órganos. En dos décadas, pensaremos que la medicina de hoy era como la de los egipcios.

Se atreve, incluso, a dar una fecha: 2045. ¿Qué pasará ese año? No la doy yo, la dan investigadores como el tecnólogo Raymond Kurzweil, que pronostica que ese año tendrá lugar la Singularidad y la inteligencia artificial superará a la inteligencia humana. Dentro de 25 años, el envejecimiento será una enfermedad curable y morir o no morir será opcional. Antes hay otra fecha importante: el 2029. Según Kurzweil y el gerontólogo Aubrey de Grey, ese año alcanzaremos la velocidad de escape de la longevidad. Es decir: a partir de entonces, por cada año que vivamos, ganaremos uno más de longevidad.

Suena a ciencia ficción. Dígaselo a los responsables de la NASA, Google, Amazon, Facebook, Microsoft o IBM, que están invirtiendo millones de dólares en investigaciones relacionadas con la longevidad. ¿Cree que si esto fuera ciencia ficción gastarían en eso su dinero? Dentro de poco, la industria del rejuvenecimiento será la mayor del mundo.

Ninguno de los científicos que ha nombrado se atreve a firmar sus profecías. De hecho, algunos se lo reprochan. Hablar de vencer a la muerte colisiona con los principios religiosos de cierta gente, los investigadores se arriesgarían a perder fondos si lo hicieran, es normal que sean prudentes, se juegan su dinero y su prestigio. Por otro lado, la investigación avanza menos rápido de lo que podría por el exceso de controles que hay en los experimentos. En los temas de salud, en muchos países se va con demasiado temor. En otros, como China, no discuten lo que estoy contando. Directamente, lo están haciendo realidad.

Si nadie va a morir, ¿qué mundo nos espera, uno lleno de ancianos? El objetivo no es alargar la vejez eternamente, sino vivir jóvenes por tiempo indefinido, y esto será posible gracias a las investigaciones de rejuvenecimiento celular que ya se están probando. No se trata de extender la vida, sino de expandirla. En un futuro no muy lejano, el ser humano tendrá capacidades que hoy ni sospechamos.

¿Qué ocurre con los que han de afrontar la muerte en los próximos años? Morir cuando falta poco para que podamos vencer a la muerte es un drama terrible. Para ellos existe un 'plan b': la criopreservación. Hablo de congelar sus cerebros para implantarlos en el futuro en cuerpos creados artificialmente. Es lo que me gustaría hacer con mi madre.

¿No cree que la muerte forma parte de la vida? No, la vida se creó para vivir, no para morir, y hay multitud de casos en la naturaleza que lo demuestran. Las primeras formas de vida que hubo, las bacterias, son biológicamente eternas. Usted lleva en su interior células inmortales, las germinales, que pueden reproducirse indefinidamente. Es más: las células cancerígenas nunca mueren, por eso los tumores crecen sin parar. Yo soy ingeniero y en mi oficio hay una norma: cuando algo funciona, no lo cambies. No tenemos que inventar nada, la inmortalidad ya existe en la naturaleza.

La tecnología que haría posible el paradigma del que habla se antoja cara. ¿La inmortalidad será solo para ricos? En absoluto. Una vez descubiertos los mecanismos del rejuvenecimiento celular, ponerlos en práctica es sencillo y barato. Estamos hechos de agua, carbono, potasio, nitrógeno, elementos abundantes en la naturaleza. Usted es muy barato, no cuesta ni 100 dólares.

¿No le inquieta la idea de vivir eternamente? Me parece fantástica. Tengo tanto por hacer que me faltará tiempo. Hablo cinco idiomas y he estado en 137 países. Me falta conocer el resto de lenguas, visitar el resto de países, leer los libros que no he leído, viajar a otros planetas. No sé usted, pero yo lo tengo claro: no pienso morirme, ni tampoco aburrirme.

Habrá quien no lo vea así. Sin duda, habrá quien prefiera morir, igual que los amish han decidido vivir en el pasado. Me parece bien, quien quiera morir, que se muera. Esto ya lo hemos vivido. Descendemos de simios que decidieron evolucionar, pero hubo otros que prefirieron quedarse como estaban. El que quiera seguir siendo chimpancé, que lo sea, pero yo quiero más, y hoy es posible.

Sorprende su optimismo tecnológico. ¿No cree que la posibilidad de vencer a la muerte abrirá la puerta a otros problemas? Seguro que sí, igual que en el pasado hubo problemas cuando se dieron cambios trascendentales, pero les haremos frente. No hablo de si esto va a ocurrir o no, sino de cómo nos preparamos para lo que va a venir. Esta tecnología no se va a desarrollar en España. Aquí sigue pesando la mentalidad cristiana, el primitivismo y la charlatanería. Esta revolución la van a dirigir los chinos, los coreanos, los japoneses. Europa es el pasado, América es el presente y el futuro se llama Asia. Esto es así hasta desde el punto de vista religioso.

¿A qué se refiere? Las religiones asiáticas creen en la superación humana. En cambio, el cristianismo y el islam, no. Aquí decimos que fuimos creados a semejanza de Dios. En el budismo y el hinduismo, tú puedes llegar a ser Dios. Vamos a esto, a trascender la condición humana para entrar en una etapa post humana. Seremos súper longevos y súper inteligentes.

¿Cree en Dios? Todavía no existe Dios. Nosotros, los humanos, lo vamos a crear.

Sus afirmaciones crean polémica. No es difícil encontrar en internet referencias donde le tachan de charlatán. ¿Qué tiene que decir? Lo que decía Schopenhauer: "Toda verdad, primero es ridiculizada, luego choca con una violenta oposición y al final es aceptada". Yo no hago esto por interés. Tengo la vida resuelta y no me interesa ser el más rico del cementerio. Los derechos de este libro los donaremos a la fundación SENS de California, dedicada a investigar en rejuvenecimiento, y a la asociación española Apadrina la Ciencia. Hago esto porque amo la vida y quiero hacer lo que esté en mi mano para vencer a la muerte lo antes posible.

¿Y si sus pronósticos no se cumplen? ¿No teme crear falsas expectativas en la gente? No tengo la menor duda de que lo que digo va a ocurrir. No hablo de religión ni de filosofía, hablo de ciencia. No soy ningún loco, se lo digo mirándole a los ojos: no solo no me voy a morir sino que en 30 años seré más joven de lo que soy hoy. Le reto a que lo compruebe.