Japón ejecutó en la mañana de ayer al gurú que dos décadas atrás ordenó el ataque con gas sarín en el metro de Tokyo. Shoko Asahara fue colgado junto a seis miembros de su secta Verdad Suprema, desvelaron las autoridades. La medida se esperaba desde que el Tribunal Supremo denegara en enero las últimas apelaciones a la sentencia de muerte dictada en 2014. La lentitud del proceso había desesperado a los familiares de las 13 víctimas mortales y más de 6.000 heridos. «Siempre me he preguntado por qué tuvo que ser mi hija y por qué ella fue asesinada. Ahora puedo acudir a su tumba y comunicarle la noticia de su ejecución», ha dicho Kiyoe Iwata a la cadena televisiva nacional NHK. Entre los ajusticiados también figuran dos científicos que elaboraron el gas sarín y un hombre que ejecutó el ataque. En el corredor de la muerte esperan otros siete miembros de la secta. Todos fueron sentenciados por diferentes actos terroristas que sumaron 29 muertos. Un año antes del ataque en el suburbano tokiota ya habían perpetrado otro similar en Matsumoto (prefectura de Nagano) con ocho muertos y un centenar de heridos. Entre sus víctimas también figura un abogado que ayudaba a miembros a desengancharse de la secta, asesinado en su apartamento junto a su mujer y su hijo de un año. Su acto más audaz fue el atentado en Tokyo en 1995. A primera hora de la mañana, con los vagones atestados, la secta dejó cinco bolsas con gas sarín tras haberlas pinchado con sus paraguas. Los testigos describen a los pasajeros con violentas convulsiones, escupiendo sangre y espuma y con fluidos brotándoles del pecho. El atentado paralizó la capital y dejó en estado de shock a un país con niveles de criminalidad bajísimos y que hasta entonces se sentía seguro. Asahara, cuyo verdadero nombre era Chizuo Matsumoto, epitomizó la maldad humana más delirante. Su ideología era un confuso batiburrillo de budismo, hinduismo y cristianismo con las previsibles soflamas apocalípticas. Aclaraba que el mundo sería destruido en 1997 y la salvación pasaba por producir cantidades ingentes de gas sarín, un agente nervioso inventado por los nazis.