Los restos biológicos encontrados en la ropa que llevaba puesta la soldado de Antequera (Málaga) la noche de la supuesta violación múltiple ha servido a los investigadores para empezar a cotejar datos de sus posibles agresores. Según explican fuentes de la defensa, de momento se han tomado muestras de ADN de nueve soldados del acuartelamiento aéreo de Bobadilla, en cuyas instalaciones se produjo la agresión el pasado 10 de diciembre. Las muestras han sido enviadas al Instituto de Toxicología para identificar los perfiles genéticos de los implicados.

La denuncia por la supuesta agresión sexual se está tramitando en varios juzgados, ordinarios y militares, que ya han pedido la inhibición de uno de los tribunales de instrucción de Antequera dado que tanto la víctima como los supuestos agresores son militares y todo ocurrió en una base militar. Los abogados de la joven, que han adelantado que solicitarán nuevas periciales, no ocultan su intención de que la investigación se tramite por la justicia ordinaria, ya que “sería más beneficioso” para su defendida porque temen que de lo contrario se pueda encubrir algo. No obstante, confían en que, sea el juzgado que sea, “se llegue al fondo de lo ocurrido”, porque la joven, de 35 años, se encuentra “destrozada” psicológicamente. Expresan su indignación porque mientras la víctima está de baja y apartada del cuartel desde hace casi dos meses, aún no hay ningún militar apartado.

Fuentes policiales confirman que en diciembre sí se tomó declaración en calidad de detenido al autor de la otra supuesta agresión sexual sufrida por la víctima en septiembre, y que la joven no relató antes por vergüenza. Este soldado, a quien la chica sí pudo identificar, quedó en libertad con cargos por un posible delito contra la libertad sexual tras contar su versión en comisaría.

Con nombres y apellidos

Según la denuncia de la chica, esta se encontró con varios compañeros en un pub cercano a la base, donde los militares estaban celebrando la festividad de la patrona del Ejército del Aire. La mujer pone nombre y apellidos a los militares que estaban en el local, pero con el paso de las horas, y ya supuestamente bajo los efectos de la droga que le habría sido suministrada, no puede identificar con nitidez a los hombres que empezaron a manosearla y a hacerle comentarios del tipo “no veas cómo vienes hoy”. Por las mismas razones, tampoco pudo identificar claramente a los al menos dos compañeros que se introdujeron en su habitación ya de vuelta a las instalaciones militares.

No fue hasta la mañana siguiente cuando, hablando con un cabo mayor amigo suyo, pudo reconstruir parte de lo ocurrido esa noche, ya que no recordaba nada salvo levantarse al baño y encontrar restos de semen en su ropa interior. Fue ese cabo quien, al verla “muy perjudicada”, decidió acompañarla de regreso a la base sobre la una de la madrugada. La metió en la habitación de una compañera, donde la víctima había previsto quedarse a dormir, y le ayudó a ponerse el pijama, marchándose a continuación. Hablando de sus lagunas sobre las horas anteriores y de su “inusual” dolor de cabeza, este cabo le sugirió la posibilidad de que la hubieran drogado, una sospecha que confirmaron poco después mediante un test de detección de drogas.

Es justo tras esa prueba, y a raíz de los comentarios que se empezaron a difundir ese mismo día 11 por la base, cuando la joven empieza a ser consciente de que ha podido ser víctima de una violación. La chica, según su letrado, tuvo que aguantar frases como “vaya cómo ibas ayer”, o advertencias de que tenía que haber cuidado su copa. “Su sensación era como si todo el mundo supiera algo que ella no sabía”, resume el abogado, quien lamenta que “aunque uno de los lemas de las Fuerzas Armadas es el compañerismo, en este caso ha primado de todo menos ese compañerismo”.