El meningococo B de origen bacteriano puede alojarse, sin causar síntomas, en la nariz y en la garganta de personas jóvenes, que son susceptibles de transmitirlo a través de gotitas de saliva expulsadas con la respiración.

El contagio exige permanecer en estrecho y prolongado contacto con una persona portadora. En su forma más grave, la infección llega a la sangre y se extiende por todo el cuerpo. Puede ser tratada con antibióticos si se identifica a tiempo.

El calendario oficial de vacunaciones acordado por todas las comunidades españolas incluye la prevención del meningococo C, que en la actualidad recibe un 97% de los niños. Como el resto de vacunas, no es obligatoria y las familias deciden. Se administra a los 2 y 12 meses y a los 12 años.

Las meningitis pueden surgir de un contagio vírico, para las que no existe vacuna pero que rara vez ponen en peligro la vida, o bacteriano. Las de origen vírico afectan a las meninges craneales. Las bacterianas pueden ser de máxima gravedad si el microorganismo pasa al torrente sanguíneo. Esto puede suceder con el meningococo C o B.

El pasado abril falleció en la localidad barcelonesa de Manresa una niña de 9 años que sufrió un contagio del meningococo C contra el que, por razones familiares involuntarias, no se había vacunado. En apenas tres horas, su proceso empeoró hasta ser mortal.

«Perjudicar, la vacuna no perjudica, aunque su inyección cause un poco de fiebre y no garantice que evitarás la enfermedad -añade el doctor Rodrigo-. Pero este no es un argumento sólido desde el punto de vista de la salud pública, que financia sus decisiones con dinero de todos y está obligada a seleccionar y asumir lo que esté realmente justificado».