La India también ansía tocar la Luna. Con el eco del 50º aniversario de la gesta del Apolo 11, la nave Chandrayaan-2 partió ayer al encuentro del satélite. Miles de funcionarios y escolares agitando la bandera nacional saludaron su partida a las 14.43 (hora local) desde la base de Sriharitoka en el estado suroriental de Andhra Pradesh. Los científicos habían prestado antes su última ayuda a la misión con rezos en los templos cercanos. La ciencia y los dioses evitaron los problemas del día 15, cuando la misión fue abortada 56 minutos antes por «problemas técnicos»; una fuga de combustible, según la prensa.

«El Chandrayaan-2 está más fuerte que nunca» y «listo para llevar mil millones de sueños a la Luna», declaró la Organización de Investigación Espacial de la India (ISRO, por sus siglas inglesas). El país asiático será el cuarto en alunizar tras EEUU, Rusia y China, y el primero en explorar el polo Sur. La nave, de casi cuatro toneladas, cuenta con la sonda, el módulo de alunizaje y el robot lunar, los tres diseñados con tecnología nacional tras la ruptura del acuerdo con Rusia en el 2013 por disensiones insalvables.

El Chandrayaan-2 («cuadriga lunar» en sánscrito) necesitará dos meses para alcanzar la órbita a unos cien kilómetros de la Luna en la que permanecerá un año fotografiando la superficie y tomando muestras sobre la atmósfera. Desde ahí se desprenderá del módulo de alunizaje Vikram (Vikram Sarabhai fue el padre de la carrera espacial india) y este depositará con gentileza el robot Pragyan («sabiduría») sobre el terreno para que durante un día lunar o 14 días terrestres recoja muestras de minerales. Se espera con expectación la información de una de las zonas más ignotas del satélite, pues se especula con la presencia de agua y partículas fosilizadas de las épocas más antiguas del sistema solar.

La carrera espacial, por encima del interés científico, sirve de termómetro geopolítico y hoy señala a China y la India como relevos de EEUU y Rusia. Las potencias emergentes asiáticas presentan el calendario más estimulante, con el nacionalismo sobrevolando sus abundantes deberes terrenales pendientes. Nueva Deli podría haber sacado de la pobreza a 400 millones de la pobreza con los 71 millones de euros que le costó enviar a Marte en el 2013 la sonda Mangalyaan, según cálculos del experto Pallava Algla.

Pero la India también pretende el rendimiento económico con su revolucionario modelo de bajo coste que abre el espacio a las naciones menos opulentas. Su presupuesto anual de 1.176 millones de euros palidece ante los 17.401 millones de Washington y el Chandrayaan-2 no ha costado más de 130 millones de euros cuando las misiones estadounidenses frecuentan el millar de millones. Ese concienzudo recorte de gastos explica que desde la India se hayan lanzado 297 satélites extranjeros de 33 países, según Nueva Deli. El mensaje indio es claro: el espacio al alcance de casi todos.