'Contra los hijos' se publicó por primera vez en México, donde el libro de Lina Meruane (Santiago de Chile, 1970) se vendía con un preservativo de regalo. Era la manera juguetona que tenían los editores y la autora de advertir de las posibles consecuencias de su lectura: pensar que los hijos son unos emperadores y las madres, sus esclavas. Así que mejor abstenerse de procrear. Random House publica ahora en España el provocador texto de Meruane, novelista, ensayista y profesora en la Universidad de Nueva York. El libro, eso sí, se vende sin condón.

Su ensayo se titula 'Contra los hijos'. Pero se podría llamar 'Contra el Estado', 'Contra los hombres ausentes', 'Contra la familia' o 'Contra todos'. Contra muchas cosas, sí. Contra lo único que no va este libro es contra las madres, que siempre se han sentido culpables y han sido dejadas de lado por el Estado y por sus parejas. A veces también se pelean con otro tipo de madres. Tienen un conflicto importante.

¿De verdad están tan solas las madres? Sí, claro que lo están. Y mucho. No es que estén aisladas de la gente sino que están solas porque a su alrededor se cierne una gran culpa. Si se les ocurre quejarse de algo, entonces son acusadas de algo tan duro como de no amar a sus hijos.

Describe en el libro cómo el "ángel de la casa", término de Virginia Woolf, ha vuelto. Habla también de cómo Betty Friedman analizó las "heroicas amas de casa" que en los años 50 en EEUU renunciaron a sus aspiraciones profesionales y regresaron a unas casas de muñecas llenas de electrodomésticos que facilitaron su vida. Ahora estamos en 2018. ¿Hemos vuelto ahí? Es un péndulo histórico. Hemos ido desde momentos de gran libertad para las mujeres, a las que se les requirió en el espacio público y se les ofreció trabajo y una ciudadanía activa porque los hombres se retiraron para ir a la guerra o a revoluciones a otros momentos en los que a las mujeres se las llamó de vuelta a casa con el lema del amor materno, la crianza y la procreación. En la actualidad, con otros discursos y otras ideas, se las está volviendo a llamar al hogar.

Hay mujeres que son madres y deciden solicitar una excedencia o una reducción de jornada.¿Son prisioneras? ¿Están renunciando a su futuro profesional? No. Eso es tomarse un tiempo para dedicarse al hijo. Mi madre lo hizo conmigo y luego regresó a su trabajo. Es algo que aplaudo. Lo que me parece peligroso es retornar al hogar y después no volver a salir. Y no solo por voluntad propia sino porque, a veces, las madres que trabajan fuera de casa lo llevan muy mal debido a la falta de ayuda. Hay empresarios fantásticos. Otros no tanto.

Es usted muy crítica con la lactancia materna. No, no. No estoy en contra de la lactancia. Lo que observo es que el discurso ha cambiado de una lactancia razonable de meses a lactancias durante uno, dos, tres o cuatro años. Eso conlleva para la mujer una enorme restricción de horario.

Pero si a ellas les apetece ¿qué problema hay? No estoy diciendo que las mujeres deberían dejar de dar el pecho. Pero hay una tendencia que empuja a la mujer a alargar la lactancia y rechazar el biberón, que resultó liberador para nuestras madres y nuestras abuelas. La leche de fórmula está siendo muy rechazada, como si fuera un invento tóxico que se le da a los niños. Ese discurso favorece que las madres estén mucho más pendientes y más pegadas a sus hijos. No digo que sea malo o bueno. No quiero moralizar ni criticar a las madres. Solo hago hincapié en cómo se articulan determinados discursos para que las mujeres pasen más tiempo en casa o, directamente, se queden en casa. El discurso está yendo a un terreno muy conservador en el que colaboran los medios de comunicación, el sistema educativo, el discurso médico y el político.

Describe a los hijos como seres despóticos, reyes absolutos de una casa en la que la madre está entregadísima y el padre casi siempre ausente. Niños sobreestimulados, sobreprotegidos e, incluso, violentos. ¿No peca usted de pesimista? No considero que mi libro sea pesimista. El pesimismo supone sumarse a un pensamiento conservador: nada puede cambiar y así son las cosas. 'Contra los hijos' contiene una alerta: cómo los críos han pasado de tener solo deberes a tener ahora solo derechos en la casa. Les convertimos en tiranos. La idea del niño tirano y el síndrome del emperador es una generalización, pero es una tendencia.

¿Deberíamos cambiar la forma de educar para no criar niños odiosos? Hay que repensar la estructura de la familia, marcar espacios de libertad y poner límites. Siempre pienso que la única manera de vivir en sociedad es que nuestra libertad termina donde empieza la del otro. A los niños hay que educarles igual: sus derechos terminan donde empiezan los de sus padres. Es un equilibrio difícil porque cada hijo y cada circunstancia es diferente. Pero los hijos no tienen derecho a todo. Parece, sin embargo, que los padres tienen que procurar a sus vástagos el éxito en todo, siguiendo las directrices del sistema capitalista. Debemos criar no solo buenos hijos sino buenos ciudadanos del futuro.

Portada del libro 'Contra los hijos' / LITERATURA RANDOM HOUSE

Su libro está plagado de humor e ironía, pero leyéndolo es fácil llegar a la conclusión de que tener hijos es lo peor que te puede pasar. Tengo amigas no madres que me han dicho que las he convencido en su decisión de no procrear. Y otras que me han dicho lo contrario. 'Contra los hijos' puede doler en algunas esquinas. Pero también espero que haga reír. [Meruane explica en el libro que decidió hace tiempo no tener hijos].

Para terminar. Describe usted a las "supermadres" como mujeres sacrificadas, infatigables, esposas y amantes, madres capaces de dar la teta mientras trabajan y personas exitosas en todo. No conozco a ninguna. Pues sí que existen. En el libro describo varios tipos de madres. Ninguno corresponde con la realidad al 100%, es una manera de estructurar la clasificación. Las supermadres son personas entregadas sin tiempo para sí mismas, un modelo que engancha muy bien con la hiperproductividad que nos impone la actual sociedad capitalista.

Una curiosidad. En algunas páginas de su libro destila bastante hartazgo porque sus vecinos de arriba, una familia con niños, hacen tanto ruido que no la dejan escribir. ¿Cómo va ese asunto? Ay, es que hay niños que corren y uno se desespera. Bueno, sí, todo va mejor. Negocié con ellos unas alfombras y parece que hemos disminuido el problema. Todos tenemos que poner de nuestra parte.