Y a partir de ahora, ¿podré volver a correr? ¿cómo controlaré el límite de mi esfuerzo en las excursiones a la montaña o en mis relaciones sexuales? Son incertidumbres comprensibles para alguien que ha sufrido un accidente isquémico (cuando el flujo sanguíneo no alcanza alguna zona del cerebro durante un breve período de tiempo), un infarto de miocardio o cualquier anomalía en su corazón. El miedo a retomar la autonomía diaria y las actividades que se hacían antes de la detección de una enfermedad cardiaca es una de las grandes secuelas a tratar en los programas de rehabilitación que diversos hospitales han desarrollado para acompañar la recuperación y refortalecimiento de pacientes de asistencia coronaria. «Existe aún una idea antigua que lleva a muchos pacientes a hacer vida sedentaria tras un episodio del corazón. Sin embargo, sabemos que el ejercicio físico mejora la calidad de vida y la capacidad de esfuerzo y, por tanto, mejora el pronóstico de la enfermedad de base. La gran importancia del programa es controlar los factores de riesgo que se pueden reducir casi a la mitad», precisa la cardióloga del Hospital del Mar, Sonia Ruiz.