Ha tenido que llegar a Nueva York una adolescente de 16 años desde el otro lado del océano para que en la sede de Naciones Unidas los representantes de los gobiernos del mundo escuchen directamente, sin rodeos y sin posibilidad de volver la atención a otro lado, verdades como puños sobre su responsabilidad en la crisis climática y su demostrada insuficiente respuesta. En la Cumbre de Acción Climática organizada por Antonio Guterres, se ha hecho el silencio este lunes por la mañana cuando ha hablado esa joven: Greta Thunberg. Y la descarga de su rayo, electrizante, incisivo, (que se puede leer en inglés en este enlace de The Guardian) merece entrar en la historia.

Thunberg ha hablado dejando una estela de datos científicos, lanzados con tan inevitable contundencia e irrefutabilidad como rabia. Ha pronunciado recriminaciones que en el mundo de guantes de seda de la diplomacia no suelen escucharse. Y si llevaba algún guante era de combate, con cada palabra convertida en un puñetazo determinado y con causa. “Me habéis robado mi infancia y mis sueños con vuestras promesas vacías, y aún así soy una de las afortundads”, espetaba a la audiencia. “¿Cómo osáis”, les inquiría, se diría que sin esperar siquiera respuesta. “La gente sufre, la gente muere, ecosistemas enteros están colapsando, estamos en el principio de una extinción masiva... y todo de lo que podéis hablar es dinero y fábulas de eterno crecimiento económico. ¿Cómo os atrevéis?"

No era solo una reprimenda, por la que Thunberg recibía sonoros aplausos. Greta también ha puesto a la clase política mundial y a líderes empresariales sobre aviso. “No sois maduros para decir las cosas como son, Nos estáis fallando”, les recriminaba. Y advertía también. “Los jóvenes empiezan a comprender vuestra traición. Nunca os perdonaremos si elegís fallarnos. No os lo vamos a permitir. Aquí trazamos la línea roja. El cambio viene os guste o no”.

Guterres

Tras la emocionante y emocionada intervención, que ha sido llegado tras la de otros dos jóvenes activistas de Brasil e India, Guterres ha aplaudido la "elocuencia" de esos adolescentes que sacan los colores a los supuestos adultos. Ha vuelto a reconocer el peso que el movimiento juvenil está teniendo en cambiar la conversación y la acción, y no solo "elevando la conciencia" sobre la emergencia climática sino "trabajando sobre el terreno y proponiendo soluciones".

Poco antes él había ofrecido su propio discurso, también salpicado por la urgenia, como el de Greta, pero mucho más contenido por esos límites formales de la diplomacia.

En los últimos meses António Guterres ha visitado como secretario general de Naciones Unidas Tuvalu, una de las pequeñas islas nación amenazada por la subida de los niveles del mar; Mozambique, golpeada por ciclones consecutivos sin precedentes y las Bahamas, sometidas durante más de dos días a la furia fija del huracán Dorian. En esos viajes el portugués ha visto “no simplemente una destrucción horrible”, sino “apocalíptica” y este lunes, al inaugurar su Cumbre de Acción Climática, ha querido recordar ese horror pero para señalar la urgencia, la demanda, de actuar ante la emergencia. “Cuando vemos eso no estamos viendo solo daños. Estamos viendo el futuro, si no actuamos ahora”.

Esa exigencia de acción inmediata a toda la sociedad pero, sobre todo, a los responsables políticos, ha sido el grito de guerra de Guterres en la apertura de la cita, en la que se esperaba con expectación la intervención de una invitada especial, la activista adolescente Greta Thunberg, que ha definido la jornada de "día crucial". Y es que aunque la cumbre de Guterres no tiene carácter legislativo, sí aspira a crear un nuevo impulso que acabe plasmándose en objetivos concretos y más ambiciosos aún que los que fijó el Acuerdo de París que deberían concretarse en la próxima COP25 en Chile en diciembre.

“La naturaleza está enfadada y nos engañamos si pensamos que podemos engañar a la naturaleza”, ha dicho Guterres para abrir su discurso, recordando peligrosos hitos recientes como que los últimos cuatros años han sido los más calientes registrados nunca y el último mes de julio también el de temperaturas más altas de la historia. “Si no cambiamos con urgencia nuestras formas de vida pones en peligro la vida en sí misma”.

Una hoja de ruta cristalina

La hoja de ruta que marca Guterres es cristalina, y guiada, como h recordado, por el “imperativo” de ciencia que es “innegable e irrefutable”. Pasa por cortar emisiones de gases de efecto invernadero el 45% para 2030, obtener la neutralidad de carbono para 2050 y limitar el calentamiento a 1.5 grados para final de siglo.

Esa hoja de ruta también requiere que se siga alimentando el Fondo Verde para el clima, una necesidad para el Secretario General tan “crucial” como conseguir que los países desarrollados cumplan con sus compromisos para movilizar 100.000 millones de dólares al año de fuentes públicas y privadas para ayudar a los países en vías de desarrollo.

Pero también y sobre todo, esa hoja de ruta tiene también guías morales. Y buena parte del foco de Guterres es que el nuevo y necesario momento de acción contra la crisis climática se vincule a “un nuevo modelo de desarrollo, una globalización justa, con menos sufrimiento, más justicia y armonía entre gente y planeta”.

“Todo tiene un coste, pero el mayor coste es no hacer nada”, ha dicho en su intervención, en la que ha asegurado también que “el mayor coste es seguir subsidiando la moribunda industria de combustibles fósiles y construir más plantas de carbón” y en la que ha sentenciado que “es hora de pasar los impuestos sobre salarios al carbón y tasar la contaminación, no a la gente”.

Guterres es consciente de los gigantes retos, de la gravedad del problema que ha descrito con tintes apocalípticos, pero también de las posibilidades, de la tecnología, de la conciencia creciente en empresas y gobiernos municipales y del efecto que están teniendo movimientos sociales como el de Greta y millones de otros jóvenes. Por eso no ha querido rendirse a la desesperación. Y en su intervención se ha declarado también “esperanzado” de que es posible cambiar el curso de una carrera, aunque por ahora se está perdiendo.