En otro gesto de tímida apertura, Arabia Saudí ha decidido que el fútbol será también ahora cosa de mujeres. Las autoridades de la ultraconservadora monarquía han permitido aque las saudíes entren por primera vez en un estadio para presenciar un partido, aunque separadas en las gradas de los hombres. La medida, todo un hito en la patriarcal sociedad saudí, se enmarca en las reformas emprendidas en los últimos tiempos por la familia real para modernizar el país.

El acontecimiento se ha producido en Yeda (sudoeste), donde se enfrentaban los clubs locales Al Ahli y Al Batin, en el primero de una serie de tres partidos de la Liga Profesional saudí que las mujeres podrán ver este mes. Ayer les abrieron las puertas del Estadio Internacional Rey Fahd, en Riad, la capital, y el día 18, las del Estadio Príncipe Mohamed bin Fahd, en la ciudad de Damman (este).

Las tres infraestructuras han sido adaptadas para acoger al público femenino. Para ellas se han creado «secciones familiares», separadas por barreras de la multitud masculina, donde tienen sus propios cuartos de baño, así como espacios de descanso, de culto, áreas para fumar e incluso entradas y aparcamientos separados. El evento se inscribe en las sucesivas reformas que ha venido aplicando el rey Salmán desde su llegada al trono en el 2015, que han supuesto pequeñas mejoras para las saudíes, pero que aún así siguen sujetas a un estricto sistema de tutoría patriarcal. El año pasado, el reino anunció un histórico decreto que las autorizará a conducir a partir del próximo junio, y también la reapertura de los cines -después de 35 años de prohibición- y la reemisión de visados turísticos.

Aunque muchos han acogido estos cambios con satisfacción, otros se han pronunciado en contra. En Twitter, un hashtag en árabe sobre la entrada de las mujeres en los estadios de fútbol ya contaba a mediodía con más de 50.000 tuits. Y había opiniones para todos los gustos: muchos lo usaron para escribir que las saudíes deberían quedarse en casa, dedicarse a sus hijos y a preservar su fe, y no estar en un estadio donde la multitud masculina «con frecuencia blasfema y canta ruidosamente».

El impulsor de estos cambios sociales y económicos no es otro que el príncipe Mohamed bin Salmán, de 32 años, hijo del rey Salmán, destinado a heredar un país en el que más de la mitad de la población tiene menos de 25 años y está hambrienta de cambios. El heredero del reino saudí apuesta por aumentar su popularidad frenando la influencia de los ultraconservadores.