Felipe VI cumple mañana martes mil días de reinado en los que ha impulsado la transparencia y austeridad de la Corona, ha promovido su apertura a todos los sectores de la sociedad y ha afrontado retos institucionales como un prolongado e inédito bloqueo político y el creciente desafío independentista en Cataluña.

Todo ello sin olvidar las turbulencias del caso Nóos, que no han cesado tras la absolución de la infanta Cristina y la condena de Iñaki Urdangarin y ante las que no dudó en retirar a su hermana el título de duquesa de Palma, un gesto que puso de relieve el distanciamiento entre ambos y visualizó su disposición a «velar por la dignidad» de la Corona y «preservar su prestigio».

Los compromisos de renovación asumidos en aquel discurso de proclamación no tardaron en convertirse en iniciativas concretas y, así, al anuncio de que las cuentas de la Casa del Rey serían sometidas a una auditoría externa siguió la publicación de las retribuciones de sus altos cargos, los contratos y convenios suscritos y el grado de ejecución de sus presupuestos.

El Rey prohibió además para los miembros de la Familia Real aceptar regalos que comprometan la dignidad de sus funciones y recibir préstamos sin interés o servicios en condiciones ventajosas, al tiempo que estableció un código de conducta para garantizar que trabajadores y altos cargos de la Casa actuaran con austeridad y honradez. A estas medidas sin precedentes sumó el recorte de su propio sueldo, cuando bajó un 20% la asignación del jefe del Estado.