El mayor mapa de cómo una enfermedad altera el funcionamiento normal del ADN se acaba de publicar en la revista Nature Medicine. El estudio se centra en la leucemia más común, la linfática crónica. Muestras de sangre de 107 pacientes de este cáncer, recogidas en Barcelona, se han comparado con muestras de individuos sanos. El ADN de los primeros se expresa de manera distinta al de los segundos en al menos 500 puntos.

Esta plétora de alteraciones tiene un denominador común: sólo tres tipos de proteínas intervienen en ellas. Los expertos se preguntan si atacar estas proteínas podría revertir las alteraciones asociadas con la enfermedad. Un ensayo del año pasado, que inhibía una de esas proteínas en células cultivadas en laboratorio, apuntó a cierto regresión de la enfermedad en ese tejido.

«Al estudiar mutaciones genéticas en pacientes de leucemia se encontraba un gen mutado en el 3% de los pacientes, otro en el 5%... Al contrario, al estudiar alteraciones en las funciones del genoma, hemos encontrado 500 cambios comunes a todos los pacientes», explica Iñaki Martín-Subero, investigador del Idibaps.

En otras palabras, los científicos no se han fijado solo en el genoma, sino en el llamado epigenoma: en concreto, en nueve tipos distintos de moléculas que se enganchan de varias formas a la cadena del ADN y alteran su funcionamiento. Nunca antes estas diez capas de funcionamiento se habían mirado juntas en una enfermedad, con muestras reales de pacientes.

«Trabajos como estos serán fundamentales para entender los mecanismos moleculares de las enfermedades en un futuro, y también para indicar dianas para curarlas», afirma Marcus Buschbeck, científico del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, no implicado en el trabajo.

Para procesar la montaña de datos biológicos extraídos de las muestras, los investigadores han empleado programas informáticos. Gracias a ellos han identificado funciones que aparecen alteradas a lo largo del ADN de los pacientes enfermos: ciertas partes son silenciadas, otras que que deberían estarlo no lo están, etcétera.

Tres familias de proteínas

“El denominador común de todos estos cambios es que hay solo tres familias de proteínas encargadas de cambiar el mapa de funciones de la leucemia”, afirma Martín-Subero. Estas proteínas llevan a cabo acciones como estirar trozos de ADN y poner marcas en ellos para que se activen, en sitios donde en condiciones normales el genoma estaría enrollado y silenciado.

¿Qué desencadena la acción de estas proteínas? “Se sabe que en muchos casos los cambios epigenéticos tienen causas ambientales, pero actualmente no podemos identificarlas. Encontrar estos factores ambientales es un trabajo para el futuro”, afirma Renée Beekman, del Idibaps, coautora del trabajo, .

Revertir las alteraciones

“Lo bueno de los cambios epigenéticos es que se pueden revertir”, afirma Martín-Subero. Por ejemplo, fumar tabaco o la dieta pueden marcar el ADN, pero en principio cambiar estos hábitos podría neutralizar algunos de los cambios. En el caso de la leucemia, a falta de conocer los desencadenantes ambientales, se podrían usar fármacos que retiraran directamente las marcas epigenéticas.

Sin embargo, esta técnica aún está en sus albores. Este estudio sugiere otra manera de revertir las alteraciones. “Se trataría de bloquear esas tres familias de proteínas: quizás si las inhibimos vamos a la causa de las alteraciones”, explica Martín-Subero. Un estudio de 2017 detectó que inhibir una de ellas, llamada NFAT, paraba el crecimiento celular en células afectadas por leucemia, cultivadas en laboratorio.

Los autores del artículo de ‘Nature Medicine’ han hecho públicos todos los datos descubiertos, así que cualquier científico puede trabajar con ellos. Ahora el grupo del Idibaps planifica ampliar el mismo enfoque a otras formas de leucemia.