España tiene la esperanzada de vida, situada en 83,4 años, más elevada de la UE. Es un dato conocido, pero un informe de la Comisión Europea y la OCDE, presentado ayer, alerta de que los españoles viven más, pero durante los últimos años sufren más enfermedades crónicas, más limitaciones en la vida cotidiana y más síntomas de depresión que la media europea. El estudio, titulado El estado de salud en la UE, calcula que los españoles pueden vivir unos 21,5 años a partir de los 65, 1,5 años más que la media de los Veintisiete. Sin embargo, el 59% sufren una enfermedad o varias enfermedades crónicas, frente al 54% de la UE. Además, el 21% tienen limitaciones para hacer su vida diaria, tres puntos más que el promedio comunitario. Y el 39% tienen síntomas de depresión, 10 puntos más.

Son varias las causas que podrían explicar estos datos, pero entre ellas están los llamados «determinantes sociales», según Javier Padilla, experto en gestión sanitaria, que desempeñan un papel importante. También apunta que muchas personas mayores no disponen de renta suficiente para comprar alimentos saludables, medicamentos o tienen redes sociales débiles, lo que conlleva «el problema creciente de la llamada soledad no deseada», que aumenta la posibilidad de sufrir depresión. Según esta tesis, el foco del problema no hay que buscarlo en los fallos del sistema sanitario, que según la investigación europea es uno de los mejores de los Veintisiete. No obstante, su principal reto es, precisamente, la atención a las personas mayores, cuyo porcentaje irá en aumento y por tanto se incrementará la demanda de servicios sanitarios y cuidados, con la consiguiente presión presupuestaria. El gasto sanitario per cápita (2.371 euros) en España es un 15% inferior a la media de la UE, pero el dinero aquí cunde más que en otros países, por tres motivos, según Cristian Herrera, analista de salud de la OCDE. El primero tiene que ver con la prevención. España destaca por su ley antitabaco, su calendario de vacunación, su acuerdo con las empresas alimentarias para reducir la cantidad de azúcares y grasas, entre otras acciones preventivas. El segundo, la red de atención primaria y, en tercer lugar, los intentos de reducir las «iniciativas con escaso valor» como las largas estancias hospitalarias o el uso de medicamentos no genéricos. En la otra cara de la moneda destaca que los españoles pagan más por medicamentos o el dentista que otros europeos.